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La impunidad de los motochorros

Los tristemente célebres asaltantes en moto forman parte del paisaje urbano de gran parte del país, pero en especial, de los grandes núcleos urbanos.
Viernes, 12 de septiembre de 2025 00:37
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El pasado jueves cuatro de este mes de septiembre, el ex campeón de TC, Emanuel Moriatis, fue víctima de un violento robo con armas en la Autopista Panamericana, que une la CABA con la zona norte del Conurbano bonaerense. Más precisamente, el lugar del hecho fue en Panamericana y Corrientes, a la altura de Martínez, en San Isidro. El ex piloto circulaba en su moto Ducati, por su carril, hasta que fue interceptado por dos individuos que iban en otra, lo encerraron y lo obligaron a detener la marcha. Entonces, uno de los ladrones le disparó, aunque no lo hirió.

El mismo Moriatis cuenta su experiencia y dice que inmediatamente después de eso, soltó la moto y retrocedió caminando de espaldas y mirando a los otros dos de frente. Uno de los ladrones empezó a seguirlo y él, como tenía puesto el casco, no llegó a escuchar si le dijeron algo.

En un momento, mientras Moriatis seguía caminando hacia atrás, el mismo individuo le hizo otro tiro al cuerpo, prácticamente a quemarropa. Dice que no sabe por dónde pasó, pero que no le pegó de milagro.

Lo que sigue es llamativo. Los ladrones se apoderan de la Ducati, de una mochila con medio millón de pesos, el celular, una billetera y documentación. Emprenden la fuga y poco después, la víctima fue auxiliada por un automovilista que circulaba por el lugar. Siguieron por Panamericana y a unos quinientos metros del robo, vio su moto tirada, encendida; muy cerca encontraron el teléfono celular.

Este cronista destacó, en la primera lectura de la nota, dos frases de la víctima: "Estamos en la mano de Dios, no hay cámaras, nadie hace nada, aunque saben que roban motos"; y "Lo mejor que se puede hacer es avisar a los demás" – agregamos: para los que todos los que van en moto por esa autopista tengan en cuenta lo que está pasando.

Este caso concreto es apenas uno entre muchos otros. La Panamericana, en toda su traza, pero en especial, en la zona donde fue asaltado Moriatis, es un lugar recurrente en esta clase de delitos. Son robos violentos, cometidos por dos, y hasta cuatro motochorros, que se apoderan de las motos y de las pertenencias de las víctimas, para luego emprender la fuga; a veces, como pasó en este caso, se desprenden rápidamente de la moto robada.

Un buen ladrón, como éstos dos, usa motos de alta cilindrada o bien, modelos versátiles y de respuesta rápida, como la Honda Tornado 250cc. En Panamericana, los atraen las motos icónicas, como las BMW, la KTM y la Yamaha R1, cuyo valor está entre los 30 y 35.000 dólares. Las venden en el mercado negro, así como las robaron; o en el mercado de repuestos, que desarma las motos.

Las estadísticas oficiales de delitos, en la Argentina, no son tan confiables como alguna vez lo fueron. Hubo un tiempo en que los registros estaban al día y, aunque no guardaban información en soportes electrónicos, eran actualizados en forma permanente por todas las policías del país; de la CABA; y del Conurbano. Aun con esa limitación, se estima que cada día se roban en todo el país unas 166 motos -cifra de la Superintendencia de Seguros de la Nación, del 30 de septiembre de 2024-. Comparándola con la cifra del año 2019, el promedio ha crecido. En ese año el registro indicó que había 69 robos por día.

Gracias a la buena voluntad de Dios, Moriatis pudo contar su propia experiencia. No fue así en el caso del empresario Andrés Blaquier, que en octubre de 2022, fue asesinado de un tiro en el pecho por dos motochorros en la misma autopista para robarle la moto, una BMW 1200 negra. La víctima iba con su esposa, que afortunadamente resultó ilesa.

Hasta ahora en esta nota se ha nombrado a Dios-ojalá que no sea en vano- por lo menos dos veces. Una, porque lo dijo el señor Moriatis; la otra, por propia iniciativa. Para este analista una invocación como esa lo grafica todo, o casi todo. En un país profundamente dividido, en el que hubo elecciones de medio término en una provincia por la que -como tantas otras- pasa la ruta nacional n°9, que, en el norte de la CABA, es la Panamericana, la delincuencia violenta, en todas sus modalidades, impone sus reglas todo el tiempo.

Los tristemente célebres motochorros, ya sin encomillar, forman parte del paisaje urbano de gran parte del país, pero en especial, de las grandes ciudades, como lo es la CABA y su alter ego, el Conurbano bonaerense. La suerte de una repercute en la otra, y viceversa.

Ciclón de violencia

Lo que más llama la atención es lo poco que se hizo para prevenir a los motochorros. No por parte de los motociclistas, que cuando circulan por Panamericana van en fila, en medio de los autos, para tener alguna chance más de no ser asaltados, o muertos, en manos de uno de estos sujetos peligrosos. No lo decimos por eso.

Lo decimos por las enormes deficiencias de dos estados ausentes, el que tiene jurisdicción sobre las rutas nacionales, y el de las rutas, caminos y calles de la Provincia de Buenos Aires. En el caso de Moriatis, directamente no había cámaras de seguridad; de policías, íni hablemos! Cuando la palabra motochorros tomó vuelo propio, y todos sabíamos lo que significaba, la primera y última vez que al poder se le cayó una idea, duró menos que cierta escatología presidencial. Fue cuando se anunció que en la CABA se prohibiría que dos personas circulen en una moto, a no ser que el acompañante usara una pechera distintiva, con su DNI en la espalda.

Bastó que los viejos motoqueros se organizaran, dieran unas vueltas por el casco céntrico de la CABA con esos escapes que usan, y así se manifestaran en contra de las ideas fascistas que pretendían imponerse a los amantes de las motos, solos o acompañados. Entonces no había aplicaciones, como las de ahora, ni las motos chicas y modestas, de industria nacional, que usan los trabajadores de reparto.

Así estamos. El mayor campo de acción de los motochorros es el Conurbano. Como pudo verse una vez más el pasado domingo, en ese lugar icónico de pocas luces y muchas sombras, la inseguridad no necesariamente suma o resta votos. Parece que no, o no por sí misma.

En los últimos cinco años, los robos aumentaron 2,5 veces. Del total, un 60,9% ocurre en la PBA y el 14,7% en la ciudad. La mayoría del 67,2% de los delitos del AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires), que comprende la CABA y cuarenta municipios que la rodean, incluido todo el Conurbano. Bienvenidos a un estado de cosas que, salvo escasas excepciones, se ratifica cada cuatro años.

 

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