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En Salta, el robo de motos dejó de ser un hecho aislado para convertirse en una postal que se repite con alarmante regularidad. No se trata solo de vehículos que desaparecen de la vía pública, sino de una trama más amplia que incluye adulteraciones, reventa ilegal y desarmaderos que abastecen un circuito clandestino de repuestos. Un mercado que se mueve rápido, aprovecha descuidos mínimos y, muchas veces, se nutre de compradores que confían en la aparente buena fe de una operación informal.
Durante el último fin de semana, ese escenario volvió a quedar expuesto con al menos cuatro hechos registrados en la Ciudad de Salta: dos motos robadas y otras dos detectadas circulando con irregularidades, entre ellas adulteraciones en su identificación. Una secuencia concentrada en pocos días que refuerza la dimensión del problema y la velocidad con la que estos rodados suelen “desaparecer” del radar oficial. El sábado, El Tribuno expuso dos hechos sucedidos en la Zona Sur de la Ciudad cuando dos motocicletas 110 cc. fueron sustraídas en cuestión de horas desde el estacionamiento del edificio. Si uno las sumas son seis hechos separados por cuetión de horas.
En ese contexto, un procedimiento policial realizado en la madrugada de este lunes permitió recuperar una motocicleta robada antes de que ingresara al circuito ilegal, un dato clave si se tiene en cuenta que, una vez que una moto es reducida o desarmada, su rastreo se vuelve mucho más complejo.
El hecho se originó en barrio Casino, cuando una mujer denunció la sustracción de su motovehículo. A partir de esa alerta, efectivos del Distrito de Prevención 10 desplegaron un operativo de búsqueda en la zona. La intervención dio resultados en pocos minutos: la moto fue localizado y un hombre mayor de edad fue demorado en inmediaciones del barrio Ceferino.
Tanto la motocicleta recuperada como el sospechoso quedaron a disposición de la Justicia, con intervención de la Fiscalía Penal 3. El procedimiento evitó que el vehículo fuera ocultado, vendido de manera irregular o desguazado para la comercialización de repuestos, uno de los destinos más frecuentes en este tipo de hechos.
El trasfondo de estos episodios revela una problemática más profunda. Las motos robadas no solo son utilizadas para reventa directa, muchas veces con documentación apócrifa, sino que también alimentan un negocio paralelo de piezas usadas que circulan sin control. Ese engranaje clandestino encuentra demanda constante y explica por qué los robos se multiplican, especialmente en zonas urbanas.
La sucesión de casos registrados en un solo fin de semana vuelve a encender una señal de alerta en la capital salteña. La rápida recuperación de un rodado aparece como un dato positivo, pero también como una excepción dentro de un fenómeno que sigue creciendo y que plantea un desafío de fondo: frenar un mercado ilegal de motos y repuestos que se consolida al ritmo de la demanda y la informalidad.