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Ha pasado ya un año desde que la Puna salteña me recibe mes a mes con trabajo. Trabajo que para muchos es totalmente inimaginable, trabajo que para otros es solo una fuente de ingresos, que lleva muchos días de sacrificio, lejos del hogar, de la familia, de los afectos.
Ser trabajador minero, o saberse simplemente minero, tiene dos componentes gratificantes muy destacables. El primero de ellos es la segunda familia que uno crea en torno a este tiempo que pasa lejos del hogar sanguíneo o político. Esta familia es súper heterogénea, no sólo por tratarse de diferentes profesiones u oficios, sino también por tratarse de personas con diferentes crianzas, idiosincrasia y muchas otras cosas que nos hacen a cada uno de nosotros únicos y diferentes del otro.
También es para destacar el rol de la mujer dentro de la minería. Pensando en todas esas cosas que contextualizaban el trabajo del hombre minero, verlo realizado en la actualidad por la mano de una mujer es totalmente destacable. La capacidad de liderazgo y resolución de conflictos es admirable como así también otros aspectos que quizás sean más físicos y que la mujer enfrenta con la misma o quizás mayor entereza y calidad que el varón.
Todas estas particularidades en algún momento de la jornada laboral se comparten, de la misma manera que se comparten deliberaciones sobre el trabajo en cuestión. Se habla de los hijos, del colegio, de los miedos por la distancia… Básicamente lo vuelvo a poner en comparación quizás con las reuniones familiares o de amigos.
Ser minero te convierte muchas veces en una escucha necesaria para quien pudiera en ese momento necesitarte. Esto sumado a muchos otros tantos sucesos diarios hace que el minero tenga esta otra familia.
El segundo componente gratificante es la "oficina del minero". Entiendo que hay personas que están plenas yendo a su estudio contable, otros felices de atender en un consultorio médico, pero nuestra oficina sin lugar a dudas es la mejor. Un ejemplo claro de ello son los amaneceres dentro del salar, rodeado de cumbres replegadas por la dinámica de nuestro planeta, noches estrelladas donde por más frío que este, nos sentimos observados en silencio hasta que descubrimos la mirada de un zorro curioso o una familia completa de ellos.
¿Dónde más se puede tener ese placer de trabajar de una manera tan natural?
Creo que somos privilegiados. El minero es por naturaleza, ante la adversidad o cuestiones a resolver durante la cotidianidad, un ser pragmático, protector y muchas veces rústico todo esto es parte de lo que la minería ha moldeado en su ser. Quiero dedicarles estas palabras a mi familia que me espera en casa ya mis compañeros de PPG.