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La decisión de cerrar la sucursal de Naranja X en Salta se hizo visible de forma abrupta: las oficinas comenzaron a ser desarmadas durante la jornada del lunes, confirmando el fin de la atención presencial de la financiera en la ciudad. Para decenas de familias salteñas, la escena significó mucho más que un cambio comercial: implicó la pérdida repentina de su fuente de trabajo.
Según confirmaron empleados en las redes sociales, más de 50 trabajadores quedaron desvinculados sin previo aviso y sin haber recibido la liquidación correspondiente, lo que generó una profunda preocupación en plena recta final del año. Solo uno de ellos continuaría ligado a la empresa, pero de manera remota.
El caso local forma parte de una avanzada más amplia: Naranja X viene ejecutando un plan de cierre de sucursales físicas en distintas provincias del país, como parte de su transformación hacia una plataforma financiera completamente digital. En los últimos meses se registraron cierres en Clorinda (Formosa), Zapala (Neuquén) y La Quiaca (Jujuy), donde los usuarios fueron derivados obligatoriamente a sedes ubicadas en las capitales provinciales.
Sin embargo, en Salta la situación adquiere una gravedad particular por el impacto directo en las familias trabajadoras y por la falta total de acompañamiento institucional. Empleados señalaron y coincidieron en que el gremio no se presentó, no respondió los llamados y no ofreció ninguna forma de contención.
“Tengo 22 años de antigüedad y de un día para el otro nos dejan una carta de despido, sin liquidación, sin explicaciones. Estamos destruidos. Tenemos hijos, deudas, cuentas por pagar. Nadie nos atiende, nadie aparece del gremio”, sostuvo entre lágrimas una trabajadora que presenció el desmantelamiento de la sucursal a través de las redes sociales.
La indignación se profundiza porque muchos de los empleados cuentan con más de dos décadas de servicio, ingresaron a la empresa en los años de expansión de Tarjeta Naranja y confiaban en la estabilidad que históricamente ofrecía la compañía. Hoy, a menos de un mes de las fiestas, enfrentan el peor escenario: sin empleo, sin pago de indemnizaciones y sin información oficial clara sobre los pasos a seguir.
En los alrededores de la sucursal, la imagen de los muebles retirados, escritorios vacíos y cartelería apilada resume un proceso que, según los trabajadores, se manejó con total hermetismo. Algunos señalaron que se enteraron del cierre apenas horas antes de la desvinculación, mientras otros quedaron sin acceso a los sistemas internos sin explicación previa.
El impacto económico y emocional en Salta es inmediato: más de 50 familias quedaron sin ingreso de manera repentina y sin contención gremial por el momento. La incertidumbre sobre la liquidación, los aportes y los futuros trámites laborales se suma a la falta absoluta de comunicación por parte del gremio, un reclamo que crece con fuerza entre los afectados.
Mientras tanto, la empresa continúa ejecutando su estrategia de digitalización, pero en Salta el cierre dejó un saldo que trasciende lo tecnológico, en un contexto económico donde conseguir trabajo formal es cada vez más difícil.
La situación se encuentra en desarrollo y los empleados esperan respuestas urgentes para enfrentar un fin de año que, para ellos, se volvió completamente incierto.