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2 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Infierno en Ampliación 20 de Junio: los testimonios desgarradores de las familias que lo perdieron todo

Dormir en el piso, calmar a los hijos con lo poco que quedó y buscar entre los restos. Así es el día después del fuego que arrasó con todo en la Ampliación del barrio 20 de Junio. El Tribuno recorrió el lugar y escuchó el relato desgarrador de los damnificados.  
Sabado, 02 de agosto de 2025 16:51
Marta Alicia, una damnificada llora al relatar que perdió todo junto a sus dos hijos. Fotos: Pablo Yapura
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El olor a quemado lo cubre todo. El humo ya no sube, pero se aferra al aire como si el fuego aún respirara entre los restos calcinados. A la vista: chapas retorcidas, maderas negras como carbón, juguetes derretidos, frazadas hechas ceniza, una bicicleta infantil, un lavarropas y un carrito fundidos por el calor. Las huellas del incendio que arrasó a decenas de hogares en la Ampliación del barrio 20 de Junio son brutales y dolorosas.

Son las 13 de la tarde cuando El Tribuno llega al lugar. Sobre la calle Samuel Quevedo un grupo de mujeres está sentada sobre un borde de cemento, mirando en silencio hacia lo que antes eran sus casas. No hablan. Algunas abrazan a sus hijos. Otras esperan que la Policía las habilite para ingresar a la zona y buscar entre los escombros algo que aún pueda servir: una olla, un zapato sin par, una mochila chamuscada. Es una escena que parte el alma.

 “Ni una taza me quedó”: La voz de Marta

“Se quemó todo. Todo. Ni una taza me quedó”, dice Marta Alicia Montiel, con la voz quebrada y los ojos rojos por el humo e hinchados de tanto llorar. Vive en el lugar hace años. Fue la primera en quedar sin nada, vivía en el lugar con sus dos hijos, quiénes vivieron con mucha tristeza la terrible situación. 

"Desde el gobierno vinieron y nos dijeron que se va a solucionar, estamos a la espera, nunca pensamos que esto podía suceder. Pido colaboración a los salteños", dice con la voz quebrada. 

Marta Alicia, una damnificada llora al relatar que perdió todo junto a sus dos hijos. Fotos: Pablo Yapura

Un foco de fuego, viento zonda y caos

El incendio comenzó cerca de las 17 del viernes. Según los damnificados, las primeras llamas se desataron en un sector donde había basura acumulada y ramas secas. Las ráfagas del viento zonda, fuertes y erráticas, avivaron el fuego y lo empujaron en dirección a las viviendas más vulnerables. En segundos, la situación se volvió incontrolable.

 

“Corrí con mi hijo en brazos”: El relato de Ruth

“Escuchamos los gritos. Salimos corriendo. En dos minutos, ya no se veía nada, era humo y fuego por todos lados”, recuerda Ruth Morales, con un bebé de un año en brazos. “Corrí con él sin pensar. Ni los pañales agarré. Ni mi ropa. Perdimos todo. Dormimos anoche en el CIC de Constitución, como pudimos”.

Tenía su casa de madera con un pequeño taller. “Yo trabajaba cortando pasto. Tenía una cortadora, una motito, herramientas. Todo lo que usaba para ganarme la vida. Pero todo desapareció. Me quedé sin nada. Me da vergüenza pedir, pero ahora no me queda otra”.

El fuego trepó por las paredes de nylon como si fueran hojas secas. La mayoría de las viviendas eran precarias, hechas con maderas, plásticos, cartones. Otras contaban con estructuras más armadas. Las conexiones eléctricas y los postes juntos formaban una combinación explosiva.

“Intentamos con baldes, pero no se podía”

Cuando los bomberos llegaron, el daño ya era irreversible. “Nos decían que no podían entrar más adentro porque no había calles ni espacio. Era todo fuego. Explotaron las dos garrafas, quedamos sin nada. Nosotros solos tratamos de apagar algo con baldes, pero no se podía”, cuenta Roberto Jesús Saravia, otro vecino damnificado. “Todo lo que teníamos, todo lo de la escuela, la ropa, los útiles. Todo está ahí, entre las cenizas. Doy gracias a dios que mis hijos están bien”, agrega con la voz apenas audible. 

"Pedimos al gobierno que nos ayuden, que nos den una mano, quedamos sin nada y ahora tenemos que volver a empezar desde cero. Mi señora está evacuada y yo espero para poder ingresar para ver si puedo encontrar algo que sirva", dice entre lágrimas.  

Una cicatriz negra corta el barrio

Desde una loma se puede ver la franja de destrucción: una cicatriz negra que recorta el barrio. Casillas que ardieron como fósforos. No quedó estructura en pie. “Mi casa se deshizo. La vi caer. Se la comió el fuego”, relata Cinthia, madre de cuatro chicos, sin apartar la vista de las ruinas. 

El CIC de Constitución se convirtió en refugio improvisado. Allí pasaron la noche muchas de las familias. Les dieron abrigo, comida, pero no alcanza. “Necesitamos más: colchones, ropa, leche, chapas, lo que sea. Nadie está preparado para esto. Perdimos hasta los documentos”, dice Marta, mostrando en su teléfono los pocos mensajes de vecinos que ofrecieron ayuda.

 

“Hasta el celular se me quemó”: La impotencia de pedir ayuda

Uno de los momentos más tristes del recorrido fue cuando una de las damnificadas, que intentaba dar su número para que la gente colaborara, dijo con impotencia: “Tenía mi celular y ahí tenía el número para que me escriban, pero se me quemó con la casa. No tengo cómo avisar nada ahora”.

 

La incertidumbre duele más que las pérdidas  

Lo que duele más no es solo lo material, sino la incertidumbre. “No sabemos si vamos a poder reconstruir acá. Y si no, ¿a dónde vamos? ¿Quién nos va a dar un terreno, una casa, un techo?”, se pregunta Ruth, mientras abraza fuerte a su hijo.

Los vecinos explican que hace años piden urbanización, acceso a agua potable, energía segura, calles. Pero nada llegó. “Cuando no tenés nada, nadie te escucha. Y cuando perdés lo poco que tenías, quedás invisible”, se lamenta Ramón.

Solidaridad y dignidad entre las cenizas

Una familia vecina presta su vivienda como base para repartir comida que llega de parte de la Municipalidad. Pero no alcanza. Las necesidades son urgentes y concretas: colchones, frazadas, ropa, zapatillas, leche, pañales, chapas, tirantes. Lo mínimo para no dormir al aire libre.

Entre tanto dolor, la solidaridad empieza a despertar. Vecinos de otros barrios comenzaron a organizar colectas. “No queremos que nos regalen nada. Solo queremos volver a tener un lugar donde dormir y trabajar”, repite Marta. “Queremos recuperar algo de dignidad”.

 

“Tenemos que seguir”: La frase que sobrevive entre las cenizas

El viento sigue soplando. Las llamas se extinguieron, pero el incendio todavía arde en el alma de estas familias. Repiten una frase como un rezo entre cenizas: “Perdimos todo, pero tenemos que seguir”, finalizan entre lágrimas.

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