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En diálogo con El Tribuno, la psiquiatra del Hospital “Dr. Miguel Ragone”, Jorgelina Fernández explicó que la histeria forma parte de los trastornos neuróticos y se caracteriza por la dificultad de la persona para expresar de manera simbólica su malestar.
“Cuando no puedo manifestar lo que me pasa hablando, lo traslado al cuerpo o a la mente en forma de síntomas. Estos síntomas suelen ser muy estridentes, exagerados, dramatizados”, detalló la especialista.
Entre las manifestaciones físicas, mencionó las convulsiones histeriformes, desmayos, dolores de cabeza y trastornos de la alimentación como la anorexia o la bulimia. En el plano psíquico, aparecen disociaciones, estados de trance, despersonalizaciones e incluso el fenómeno de la doble personalidad.
“La diferencia con la psicosis es fundamental: en la histeria los síntomas son un modo de comunicación, una performance para que el otro vea el sufrimiento. En la psicosis, en cambio, la persona vive en su propio mundo sin interlocutor”, aclaró Fernández.
Casos en aumento y cifras oficiales
Durante el primer semestre del año se registraron 62 ingresos con cuadros de histeria grave al Hospital “Dr. Miguel Ragone”.
Del total, 36 pacientes fueron derivados desde la guardia de Emergencias y 26 desde los consultorios externos al servicio de Agudos.
Actualmente, se asiste a 18 pacientes con ese diagnóstico, lo que representa un leve incremento respecto del mismo período de 2024, cuando eran 15.
¿Qué es la histeria grave?
La histeria grave, de larga tradición en el campo de la Psicopatología, hoy se clasifica en el CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades) dentro de los trastornos conversivos o disociativos. Se caracteriza por síntomas como dolores somáticos sin causa orgánica, alteraciones transitorias de la conciencia, alucinaciones o delirios de remisión rápida.
Una problemática que atraviesa a toda la población
Si bien la histeria puede desencadenarse en cualquier etapa de la vida, los primeros síntomas suelen aparecer en la adolescencia. El Hospital Ragone recibe pacientes desde los 15 hasta los 65 años, ya que no cuenta con equipamiento para cuadros pediátricos o geriátricos complejos.
Fernández advirtió que más allá del incremento de estos diagnósticos, la problemática es generalizada: “Toda la patología mental ha aumentado. Ansiedad, depresión, adicciones. Estamos viendo índices preocupantes. Es como en tiempos de guerra: la inestabilidad política y económica genera inestabilidad en la salud mental de la gente”.
Tratamiento y abordaje
La psiquiatra explicó que el tratamiento de la histeria combina psicofármacos con psicoterapia. “La neurosis tiene la posibilidad de cambiar si se trabaja sobre el crecimiento simbólico de la persona. La terapia es el eje del tratamiento, mucho más que la medicación”, remarcó.
Además, resaltó la importancia de incluir al grupo familiar en la atención: “Muchas veces la dinámica familiar favorece el trastorno. Es clave la psicoeducación para que la familia entienda cómo acompañar, aunque en algunos casos intervenir puede ser contraproducente”.
La necesidad de políticas públicas
Para la especialista, la prevención requiere de psicoeducación desde la infancia, formación de padres en crianza y manejo de la frustración, y descentralización de la atención en salud mental.
“Si la salud mental llegara a escuelas, centros de salud y espacios laborales, podríamos detectar a tiempo los casos y evitar discapacidades futuras. Pero mientras todo recaiga en un solo hospital monovalente, nunca va a alcanzar”, advirtió.
Por último, puso el foco en el desafío a futuro: las adicciones.
“Lo que viene en auge es la patología vinculada al consumo. Y la respuesta actual es insuficiente. Hay que rever las políticas de contención, porque de lo contrario tendremos un incremento gravísimo de la demanda en salud mental en los próximos años”, finalizó.