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Lo nuevo destrona a lo clásico en Europa

Sabado, 16 de junio de 2018 00:00

Una crisis acecha a la Unión Europea. La crisis del euro, antes la panacea, ahora el apocalipsis.

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Una crisis acecha a la Unión Europea. La crisis del euro, antes la panacea, ahora el apocalipsis.

El euro es algo más que la moneda común: exhibe las fortalezas, las debilidades y las asimetrías institucionales, de los Estados miembros.

La UE pudo ser la creación más peculiar del siglo XX, tras dos guerras mundiales y otras atrocidades cometidas en nombre del nacionalismo, pero se ha convertido en un problema en el siglo XXI. Un problema con varios frentes abiertos: el Brexit, las imposiciones de Donald Trump, las provocaciones de Vladimir Putin, la debilidad de algunos gobiernos, la reaparición del autoritarismo, el terrorismo, los refugiados...

España cambió en un pispás de presidente. Salió un conservador, Mariano Rajoy, enredado en la corrupción del Partido Popular (PP), y entró un socialdemócrata, Pedro Sánchez, rara avis en horas bajas para esa tendencia política. Italia nombró primer ministro a un desconocido, Giuseppe Conte, sostenido por el Movimiento 5 Estrellas y la xenófoba Liga. En 2017, la eterna canciller de Alemania, Angela Merkel, ganó su cuarto mandato en unas elecciones marcadas por el ingreso en el Bundestag (Parlamento) de la extrema derecha, encarnada en Alternativa para Alemania (AfD), y por la hecatombe de los socialdemócratas.

En el mismo año, Emmanuel Macron, el presidente más joven de la historia de Francia, derrotó en la segunda vuelta de las elecciones a la candidata ultraderechista Marine Le Pen, obtuvo el 35% de los votos. El primer ministro de Hungría, Viktor Orban, enemigo de la inmigración, revalidó su cargo en 2018. Orban, como el presidente de Polonia, Andrzej Duda, están en las antípodas de los ideales de la UE. La crisis global, el desempleo, el terrorismo y la desilusión general tendieron puentes hacia los extremos.

Merkel y Macron, defensores de la UE, están solos y debilitados en sus países. Lo peor: no aciertan en la vacuna contra el euroescepticismo. Un cuarto de los eurodiputados disiente con la UE. El recelo y la indiferencia ganan la calle. Piensan que no ganan nada con la UE el 41 % de los italianos, el 40 % de los chipriotas, el 38 % de los austríacos y el 37 % de los griegos. Cunde el nacionalismo, causante de las tragedias pretéritas y del divorcio del Reino Unido. El 56 % de los europeos confía más en los nuevos partidos que en los clásicos. Como dice Peter A. Hall, profesor de la Universidad de Harvard y de la London School of Economics, "la UE se encuentra en apuros, pues parece incapaz de proporcionar la armonía y el bienestar que prometía en sus comienzos". Más allá de las circunstancias, un continente con bajos índices de natalidad repele a los inmigrantes y sus líderes poco y nada hacen para cambiar de parecer y de proceder.

La inmigración, observa Hall, "ofrece una solución al problema, pero se está encontrando con una feroz resistencia de los gobiernos de Europa, donde los partidos de derecha radical que se oponen a las políticas de la UE están en alza". La resistencia responde a la puja entre el tribalismo, guiado por el odio parroquial, y la globalización, referente de los mercados. O entre la yihad y el McMundo, metáfora que utilizó en 1995, cual profecía, el politólogo norteamericano Benjamin Barber. Una metáfora tan exagerada como acertada.

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