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Rosario Vera Peñaloza, fundadora de la educación preescolar

Esta pedagoga y educacionista riojana, que murió un 28 de mayo, creó el primer jardín de infantes en el año 1900.
Sabado, 02 de junio de 2018 23:50

El pasado 28 de mayo se celebró en todo el país el Día Nacional de los Jardines de Infantes y también, el Día de la Maestra Jardinera. 

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El pasado 28 de mayo se celebró en todo el país el Día Nacional de los Jardines de Infantes y también, el Día de la Maestra Jardinera. 

La fecha fue instituida por el Ministerio de Educación de la Nación a solicitud del Sexto Encuentro Nacional de Maestras Jardineras realizado en Santa Fe, en septiembre de 1971. La petición fue para homenajear a la educadora riojana Rosario Vera Peñaloza, fallecida el 28 de mayo de 1950. Años después, esa resolución ministerial fue reforzada por la Ley 27.059, promulgada el 3 de diciembre de 2014.

Sus orígenes

Según la biografía oficial, doña Rosario Vera Peñaloza nació en Atiles, a 9 km del pueblo de Malanzán, en la Costa Alta de los Llanos de La Rioja. Es lo que antiguamente se conocía como departamento Rivadavia pero que desde 1948 se llama departamento General Juan Facundo Quiroga. El pequeño poblado se encuentra a unos 180 kilómetros al sur de la ciudad de La Rioja, capital de la provincia.

Rosario nació el 25 de diciembre de 1873 y era hija de don Eloy Vera y de doña Mercedes Peñaloza, miembros ambos de familias de hacendados de la localidad y descendientes de los primeros pobladores hispanos de los Llanos riojanos. Por su madre, Rosario era además, descendiente del general Angel Vicente “Chacho” Peñaloza.

Fue la menor de cuatro hermanas que perdieron su padre cuando ella tenía 10 años de edad y poco tiempo después a la madre. 

Los estudios

Como en La Rioja habían desaparecido las escuelas luego de la derrota del proyecto federal en las guerras civiles argentinas, Rosario debió asistir a una escuela primaria privada de la ciudad de San Juan, donde vivió en la casa de un pariente que residía allí. 

En 1884 regresó a La Rioja donde convivió con su tía materna, doña Jesús Peñaloza de Ocampo. 

En 1887 ingresó en la Escuela Normal de La Rioja, fundada ese mismo año por las docentes norteamericanas Annette Haven y Bernice Avery, y llegadas a nuestro país por gestión de Domingo F. Sarmiento. Allí cursó la carrera del magisterio y se recibió de maestra normal. Ya graduada, se trasladó a la ciudad de Paraná (Entre Ríos), donde estudió profesorado y fue discípula de Sara Chamberlain de Eccleston, otra de las docentes norteamericanas arribadas a la Argentina por gestiones de Sarmiento. 

En 1894, se graduó en Paraná de profesora superior de enseñanza, cuando solo tenía 20 años de edad.

Carrera docente

En Entre Ríos comenzó a ejercer la docencia acompañada por su sobrina Veneranda. En aquella provincia pronto comenzó a destacarse en la carrera docente, tanto por su talento como por su carácter enérgico, aunque siempre supo conservar su pausada reflexión provinciana.

En 1900 fundó el jardín de infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja, el primero de una larga serie de jardines que más tarde creó en las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Paraná.

En 1906 fue designada vicedirectora de la Escuela Normal de La Rioja, y al año siguiente se mudó a la ciudad de Córdoba donde por un lustro ocupó la vicedirección de la Escuela Provincial “Juan Bautista Alberdi”.

Entre 1912 y 1917 fue directora de la Escuela Normal Nº 1 de la ciudad de Buenos Aires y más tarde, inspectora de las escuelas municipales. Como profesora ocupó las cátedras de Pedagogía y Matemática en la Escuela Normal del Divino Maestro, incorporada al profesorado de Lenguas Vivas, en Buenos Aires.

Las bibliotecas, otras de sus pasiones

Pero su vocación docente llevó a Rosario Vera Peñaloza, a recorrer casi toda la Argentina impulsando la enseñanza, dictando cursos y conferencias y transmitiendo las nuevas técnicas en la creación de las bibliotecas. 

Participó activamente del Primer Congreso Patriótico de Señoras en América del Sud, realizado en mayo de 1910 en la ciudad de Buenos Aires, con motivo del primer centenario de la Revolución de Mayo.

En 1931 creó el Museo Argentino en el Instituto “Félix F. Bernasconi”, basado en la teoría pedagógica de Joaquín V. González, que tomaba a la Geografía como base de toda enseñanza, teoría que si bien fue resistida por mucho de sus pares, fue el motor que impulsó la creación del museo, al cual le dedicó 17 años de su vida en forma totalmente desinteresada y altruista.

En la ciudad de Córdoba, y conjuntamente con su pariente y amigo, el presbítero Juan Carlos Vera Vallejo y un grupo de notables, encabezó el grupo de señoritas que colaboraron activamente en la repatriación de los restos de Chile, de su coterráneo, el presbítero Pedro Ignacio Castro Barros (1777-1849), hombre de la Revolución de Mayo, integrante de la Asamblea del Año XIII y miembro del Congreso de Tucumán. 

Final de una fructífera vida

Los últimos años de la educacionista Rosario Vera Peñaloza transcurrieron en Buenos Aires. Ya enferma y a los 77 años de edad, fue especialmente invitada a participar en La Rioja, de un homenaje que se le haría en febrero de 1950. Pese a su dolencia, aceptó gustosa la invitación y se trasladó por vía férrea a La Rioja y luego a Chamical, pues allí se inauguraba el jardín de infantes al que se le había impuesto su nombre. En aquella fiesta, doña Rosario disfrutó tanto del cariño de la gente que hasta llegó a bailar una zamba; se la veía muy entusiasmada y feliz pues cuenta que aquella jornada se divirtió mucho. Pero a pesar de su fortaleza física y anímica, el dolor físico de una enfermedad incurable y terminal la doblegó en su tierra natal. Al hacerse ostensible su mal, desde Chamical se la trasladó a la quinta del Dr. Jorge Vera Vallejo. Allí permaneció hasta que por agravamiento de salud, el padre del Dr. Vera Vallejo salió en busca de médicos para que Rosario fuese atendida más adecuadamente. Uno de los doctores que la asistió fue César Vera Barros quien dispuso su traslado en carruaje a la ciudad de La Rioja. Allí fue internada en el Sanatorio Modelo, donde muy pronto la paciente comenzó a sufrir hemorragias, pues el cáncer hacía estragos. Al tornarse irrecuperable su estado de salud, se la trasladó del sanatorio a la casa de Estelita Peñaloza (excasa del Dr. Joaquín V. González), domicilio donde Rosario Vera Peñaloza pasó las últimas horas de vida, rodeada por su familia. 

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