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TELAM
El último libro de cuentos de Santiago Craig, “27 maneras de enamorarse”, reúne posibilidades y situaciones en las que puede condensarse el amor como un estado en el que el lector logrará conjugar el absurdo, el humor y la soledad.
Craig (Buenos Aires, 1978), también autor de los libros de cuentos “El enemigo” y “Las tormentas”, dialogó con Télam sobre los relatos publicados por Factotum Ediciones y sostuvo que “la idea era que el libro no sirviera para nada, que fuera una acumulación de posibilidades, de situaciones en las que surge el amor desde un lugar de incomprensión total”.
¿Cómo se gestaron los relatos que componen este libro?
Escribo varias cosas a la vez. Los cuentos de “Las tormentas” los escribí durante años. En el medio empecé este, que en un principio eran 37 relatos pero paré en 27. El número tiene cierta arbitrariedad, cuando empecé tenía 37 años. Los escribí mucho más rápido, eran todos cuentos cortos con una temática similar.
Varios textos tienen formato de instrucciones y juegan mucho con el absurdo. ¿Cómo surgió ese punto de vista?
Son descripciones forzadas hasta el absurdo que me llevaron a situaciones vinculadas al amor, al romanticismo, a ese estado. La idea era que el libro no sirviera para nada, que fuera una acumulación de posibilidades, de situaciones en las que surge el amor desde un lugar de incomprensión total. En ese sentido, escribir con la seguridad de alguien que está dando instrucciones era una especie de burla.
En el libro el amor cobra distintas formas: desde las relaciones de pareja hasta el gusto por la jardinería.
Hablar del amor romántico o entre personas es una de las formas, pero hay otras. Por ejemplo, las canciones de Los Beatles no hablaban necesariamente de un amor entre personas enamoradas, sino que era un estado en el que pretendían superar determinada condición, y me parece que ese estado se da de muchas maneras. A veces suponemos que estamos ejerciendo esa cualidad y estamos yendo hacia lo contrario. La forma más obvia de eso son los celos, la posesión.
Hay relatos en los que la soledad es clave para llegar al estado de enamoramiento.
En el fondo, más que sobre estar en pareja o estar enamorado, de lo que habla el libro es de estar solo o de quién es uno, habla más de la soledad que de la compañía.
Hay varios niños en los cuentos. ¿Le interesa especialmente el universo de la infancia?
Sí, las personas crecen hasta los 13 años, después envejecen tratando de adaptarse a las condiciones externas. No me parece un universo ajeno que observo desde afuera. Nunca se abandona la infancia o esos estímulos que nos fueron condicionando. Intuitivamente más que interesarme ese universo, se me impone. No idealizo la infancia como una condición preciosa o perfecta, al contrario. Tiene un grado de complejidad y matices sobre los que está bueno escribir.
Los personajes de “Muñecas” o “Cantanenes” comparten una forma de amor considerada anormal y que linda lo patético.
Son personajes ante los cuales te planteás por qué sufrir por ellos si no sufren su condición. Creo que en el amor hay mucho de proyecto y objetivo. Estos personajes se ponen un objetivo y se obsesionan con cumplirlo: uno colecciona todas las muñecas, la otra se plantea volver a ser lo que era en su época de esplendor. Eso tiene cierta cosa patética que también me resulta interesante de contar.