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Nuevos pobres en un país no tan rico

Domingo, 17 de marzo de 2019 00:00

Después de la Segunda Guerra Mundial, en el siglo pasado, se han dedicado horas, días y meses de varios años, a simposios, encuentros, congresos a lo largo del planeta redondo para evaluar, analizar y discutir la pobreza de la humanidad. Miles de slogans y declaraciones circularon y circulan aún por las redes sociales con fórmulas para combatir la pobreza.

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Después de la Segunda Guerra Mundial, en el siglo pasado, se han dedicado horas, días y meses de varios años, a simposios, encuentros, congresos a lo largo del planeta redondo para evaluar, analizar y discutir la pobreza de la humanidad. Miles de slogans y declaraciones circularon y circulan aún por las redes sociales con fórmulas para combatir la pobreza.

Campañas musicales de artistas de primer nivel a escala mundial, películas conmovedoras del cine americano y europeo, programas de ONGs que recaudan suculentas sumas para los niños pobres, varios candidatos a las próximas elecciones de cargos ejecutivos y legislativos de nuestro país que se presentan como mesías para redimir a la Patria, a los cuales ya los conocemos demasiado; mientras tanto, la pobreza y la miseria como una pandemia siguen recorriendo el planeta, y se desplazan desde países lejanos hacia las antiguas urbes del primer mundo, o a países emergentes, como el nuestro que ofrece cierta garantía de buen trato.

Argentina no puede escapar a la realidad de la pobreza creciente e indigna. En la escuela primaria de los años 60 y 70 del siglo pasado nos decían que estábamos entre los mejores países del mundo y que nuestra educación y riquezas naturales era la envidia de toda Latinoamérica. Hoy asistimos a un país con serios conflictos en materia de educación, sobre todo en el ámbito de la educación pública, conflictos salariales, conflictos de contenidos curriculares y con una mirada confusa para definir al "hombre argentino", el ideario formativo necesario para construir una Nación. Para mencionar algunos de los múltiples conflictos del tiempo presente.

Mutaciones a ciegas

En materia económico - social, pasamos de un riguroso populismo a una sensación de ausencia de la necesaria conciencia social de los altos funcionarios gubernamentales, a lo largo y a lo ancho del país, que se derrama también, en la conciencia de los generadores de puestos de trabajo, sean empresarios, comerciantes, industriales, etc.

Venimos careciendo de un auténtico programa de gobierno para una Argentina de la producción, desde un modelo neoliberal mezclado con populismo y disfrazado de izquierda, hemos pasado a un programa de economía liberal con una fuerte especulación financiera, ajustes de tarifas y congelamiento de sueldos.

Los pobres de la Argentina, los pobres "pobres", siguen siendo asistidos -con un poco más de transparencia- con programas y planes sociales. Los ricos, los que poseen la disponibilidad de los recursos de la moneda, apuestan en la timba financiera y se vuelven más ricos, en primer lugar, los bancos, entidades privilegiadas en este proceso, ya que disponen del dinero fresco.

Los nuevos pobres de la Argentina, son los que tienen empleo, los que tributan por su oficio o profesión, los que apuestan al país, que se sienten solidarios del momento difícil y esperan su sueldo cada fin de mes para responder a sus compromisos de pago, que incluirán -antes que el alimento, la ropa, o las diversiones-, el pago de los intereses bancarios, préstamos, tarjetas de crédito, servicios de salud privados que refuercen la alicaída atención de las obras sociales obligatorias.

Sentencia mensual del Indec

Cada vez que el Indec publicita sus estadísticas, miles de argentinos caen automáticamente bajo la línea de pobreza, miles de argentinos que asisten a sus tareas cada jornada a cumplir con el deber laboral, miles de argentinos que van ajustando sus economías domésticas como expertos administradores titulados en las universidades más prestigiosas del mundo, miles de argentinos que se muerden para no protestar por miedo a represiones políticas o laborales, por miedo a perder su puesto de trabajo. Y en este escenario podemos contabilizar notorias ausencias, en primer lugar, la del Estado, que hasta ahora ha hecho poco o nada por contener, asesorar u orientar a los trabajadores frente a esta crisis, la ausencia de los empresarios, industriales o comerciantes, que están más preocupados por asegurar la continuidad de sus empresas frente a la crisis, y tienen como única medida de ajuste la reducción de los recursos humanos, la baja de salarios o el no respetar las paritarias convenidas por ley; y aquí surge otro gran ausente que es el gremio o sindicato correspondiente que hace mucho tiempo se ha engordado con una estructura burocrática que debe sostener por encima o a costa de sacrificar la defensa de los intereses de sus propios afiliados. En este punto queda una desafiante tarea para los votantes si quieren de verdad, una Argentina con corrupción cero y políticas humanas y humanizantes.

Dentro de este momento crítico hay otros actores que sufren la caída de su calidad de vida, estos son los jubilados. Jubilarse, originalmente era llegar al propio jubileo, tiempo del descanso y alegría. Tiempo que supone un momento especial de protección de toda la sociedad hacia el adulto mayor. Si bien, no nos preparamos en la vida para ser viejos, hay una devaluación de la condición de ser anciano. Hay un gran temor y terror del hombre y la mujer que deben afrontar el paso hacia la jubilación. Temor y terror generados por el incierto futuro económico y financiero que ofrece el nuevo estado de vida y las cambiantes leyes y normas de un estado que hace del ajuste un deporte nacional, con funcionarios que se olvidaron que algún vez, llegaran a la vejez o quizás ya hayan asegurado la prosperidad de su descendencia.

Pensar a la persona

Aún con este panorama, los nuevos pobres no pierden la esperanza de un cambio para el país. El sistema económico aplicado para que sea justo, debería tener al hombre como eje de su programa, al hombre integral, sin discriminaciones. Sin esa visión humanística dista mucho de ser un sistema que promueva la libertad, la armonía social y el sentido de justicia. Por suerte, el sistema democrático les permite elegir sus representantes y, tal vez, si se lo proponen, podrían ayudar en el control de la necesaria transparencia de los escrutinios. Al fin y al cabo, la Constitución Nacional dice claramente, en su artículo 16, "La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad".

Pobres, lo dijo Jesús, habrá siempre, pero lo que había en la Argentina era una pobreza digna, y no un pueblo de miserables que detrás de sus necesidades reales permite que se mezclen nuevos males, el vicio del resentimiento, el odio y la violencia, el narcotráfico, la narcodependencia y las adicciones, sólo por mencionar las más populares.

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