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Valentín y la cirugía que le fabricó un esófago y le devolvió el futuro

Nació con lo que se llama atresia esofágica, una malformación que deja al estómago desconectado del esófago. Se calcula que así llegan al mundo uno de cada 3.500 bebés cada año. Esta es una historia con final feliz.
Domingo, 11 de abril de 2021 02:40

Valentín Pérez Postigo es un titán de casi 10 meses de vida. Un maestro que llegó para enseñarnos el valor de los pequeños logros cotidianos, el poder de una sonrisa atravesada por sondas en la cara, y el verdadero significado de la esperanza. Porque cuando Valentín nació era difícil imaginar que su historia tuviese un final feliz. Confiar más y temer menos, quizás haya sido la fórmula para lidiar con la angustia, que usaron su papá, Darío, y su mamá, Daniela, quienes todos los días durante 10 meses le hablaron a su hijo en la terapia sobre el día que conociera su casa, sobre su hermano Bauti que lo ansiaba con el alma para mostrarle los autitos y los dinosaurios; sobre Cayetano, el perro cargoso y peludo que lo iba a acompañar al parque. Y así, ese desenlace alegre de esta historia que empezó entre sombras fue posible a caballo de la ciencia, del dolor y del amor. Contarla quizás sirva para iluminar este domingo a muchos que la guardarán en el corazón y la marcarán con verde flúor, verde esperanza, en la gran agenda de la medicina salteña, que demostró ser un absoluto lujo desde lo científico y desde lo humano.

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Valentín Pérez Postigo es un titán de casi 10 meses de vida. Un maestro que llegó para enseñarnos el valor de los pequeños logros cotidianos, el poder de una sonrisa atravesada por sondas en la cara, y el verdadero significado de la esperanza. Porque cuando Valentín nació era difícil imaginar que su historia tuviese un final feliz. Confiar más y temer menos, quizás haya sido la fórmula para lidiar con la angustia, que usaron su papá, Darío, y su mamá, Daniela, quienes todos los días durante 10 meses le hablaron a su hijo en la terapia sobre el día que conociera su casa, sobre su hermano Bauti que lo ansiaba con el alma para mostrarle los autitos y los dinosaurios; sobre Cayetano, el perro cargoso y peludo que lo iba a acompañar al parque. Y así, ese desenlace alegre de esta historia que empezó entre sombras fue posible a caballo de la ciencia, del dolor y del amor. Contarla quizás sirva para iluminar este domingo a muchos que la guardarán en el corazón y la marcarán con verde flúor, verde esperanza, en la gran agenda de la medicina salteña, que demostró ser un absoluto lujo desde lo científico y desde lo humano.

No se conocen aún las causas por las que un bebé nace con atresia esofágica, un defecto por el que parte del esófago (el tubo de deglución que conecta la boca con el estómago) no se desarrolla adecuadamente y no llega a conectarse con el estómago. Su explicación tampoco está en los genes. Pero en el momento en que algunos fetos empiezan a desarrollar el esófago, la conexión que permitirá que lleguen los alimentos desde su boca hasta su estómago, no termina de completarse. Con esta malformación congénita (se produce antes de nacer) llegan al mundo uno de cada 3.500 bebés; y pueden presentar la anomalía de diversos tipos, estando las partes inconexas a más o menos distancia una de otra. Por ahora, avanzar en los diagnósticos y las técnicas de intervención quirúrgica son algunas de las principales dianas de investigación en el ámbito de la atresia de esófago.

   Valentín, apenas llegó a su casa, en la silla de comer junto a la mesa familiar.

El caso de Valentín Pérez estuvo desde el principio en las manos del médico salteño Federico Mangione, cirujano pediátrico de tórax, formado en el país y en el extranjero, miembro del comité evaluador de Especialidades del Colegio Médico y actual gerente del Hospital Público Materno Infantil. En una cirugía de construcción de esófago que duró seis horas, realizada en la Clínica Santa Clara de Asís, el médico trabajó con un equipo de 12 profesionales entre los que se cuentan otros tres cirujanos, los doctores Yanina Solá, Pablo Martos y Luciana Díaz; los anestesistas César Ibánez y Darío Terrades, el médico endoscopista Antonio Wayar, la jefa de instrumentadoras Graciela Cruz. "El quirófano de la Clínica Santa Clara de Asís es un fenómeno igual que el personal de la SAP, que es la terapia infantil, gracias ellos que lo cuidaron tan bien desde que nació, lo pude operar a Valentín y gracias a ellos que lo cuidaron muy bien después de la cirugía, es que Valentín está hoy en su casa", detalló el doctor Mangione.

Y relató sobre el caso: "Valentín nació con atresia de esófago de las que hay 5 tipos. La más común es la tipo 3 que es que los cabos no están unidos y tiene una fístula que va a la traquea, entonces se opera esa fístula y se une el esófago con el estómago. Pero Valentín tenía la atresia tipo 1 que no tiene fístula en ningún lado pero tiene el gran defecto de que los cabos están muy alejados para poder ser unidos. Entonces decidimos como estrategia dejarlo internado sin hacerle un procedimiento muy invasivo que se llama esofagostomía y en cambio probamos que el mismo peso de la saliva haga crecer o extienda la bolsa superior y a la inferior la fuimos controlando por la gastrostomía que tenía para alimentarse".

El médico señaló: "Llegó el momento de la cirugía después de casi 10 meses de mucho trabajo médico y de mucho aguante de Valentín a todo lo que se fue presentando. Así nos planteamos si le uníamos el esófago con el estómago con colon o con tubo gástrico. Me incliné por la segunda opción. Fue un gran trabajo. En la cirugía luego de hacer la anastomosis (conexión quirúrgica entre dos estructuras anatómicas), le pasé una sonda por la nariz, por el estómago, por el duodeno hasta el yeyuno. Por esa sonda lo alimentamos actualmente hasta que aprenda a tragar y se pueda alimentar por boca. Al tener esa sonda le cerramos la gastrostomía porque ya no la necesita. Hice también una cirugía antirreflujo porque le puse tejido de estómago en el tórax y eso con el tiempo se irá convirtiendo en un tejido parecido al del esófago, nunca igual, pero era la mejor opción de reemplazo".

Cuando terminó la cirugía comenzaron los 5 días críticos en los que Valentín estuvo en coma inducido. "En esos días se observa que todo funcione y que no tenga pérdidas o filtraciones la cirugía. Después lo despertamos y esperamos 5 días más para asegurarnos que con Valentín despierto, las suturas estaban bien cerradas. Entonces llegó el momento del alta. Valen me veía a mí y lloraba, claro, yo soy el malo siempre para los chicos, pero ese día le dije "Te vas a la casa" y comenzó a reirse. Me sorprendió que entienda todo", explicó el cirujano.

Mangione comentó: "Para nosotros es un orgullo que ya esté en la casa. Sabemos que hay un largo camino para recorrer porque va a tener reflujo, esofagitis, hay que cuidarlo porque siempre repito que es mejor el peor esófago que el mejor reemplazo, pero Valentín no tenía esófago. Esta fue la mejor solución".

Orgulloso, expresó: "Quería contar la historia de esta operación para que la gente sienta el alivio de saber que en Salta, en el sector público y en el privado, van a encontrar la respuesta a sus necesidades. No necesitan irse a Buenos Aires, en Salta hay todo lo que hace falta, de gran nivel y calidad profe sional y humana".

 

Ricardito y Yanira, dos casos en la historia de las cirugías reconstructivas

“Para mí el paciente es un todo. Lloro con su mamá, me alegro con sus avances. Desde que comienzo a tratar a un pacinte les digo: Por mucho tiempo voy a ser parte de su familia. Afortunadamente mi familia me apoya. Anoche me llamó mi hija de la India para preguntarme por Valentín. Lo mismo le pasa a mi colega Martos, somos un equipo empático con el paciente y su familia. Ahora me voy a la casa de Valentín a ver algunas cosas para quedarme tranquilo. Doy todo, pero me tienen que aguantar”, dijo el doctor Mangione, devolviendo con sus palabras la fe en la humanidad que muchas veces se advierte como perdida en el campo de la medicina. 
Hablando del caso de Valentín Pérez, el médico recordó a Ricardito, un paciente boliviano al que le hicieron con éxito la misma operación, pero que lamentablemente al regresar a su país con su familia, sufrió un accidente doméstico y falleció. 
“Con Valentín me llegó un desafío no solo profesional sino también emocional porque su caso era el mismo de Ricardito que murió y no por la cirugía, que es peor todavía, peor para esa familia que ya lo estaba disfrutando a pleno porque Ricardito corría, jugaba, tragaba. En fin...” se queda pensando y agrega: “Entonces llegó Valentín a desafiarme, a devolverme la alegría”.
Recordó también el caso de Yanira Quipildor, una niña de San Antonio de los Cobres que bebió de una botella creyendo que era agua y tenía soda cáustica, lo que le quemó el esófago y parte del estómago. “La vi un día en el hospital, hacía 5 días que no se alimentaba. Le hicimos alimentación por sonda gastroyeyunal para empezar y tuvimos que contener a la mamá que sentía mucha culpa y me decía que le saque el esófago a ella y se lo ponga a su hija. La operamos, le pusimos colon transverso en reemplazo del      esófago y ella está muy bien”.
 

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