Por Juan Gonza
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Por Juan Gonza
Comenzar este adiós, por cierto ahogado de una inmensa pena, me nace desde el rasgo distintivo que desde entonces y seguramente en toda su existencia “Chiquito” se ocupó de construir como su mejor obra y como el más paciente sembrador, al servicio no solo de los más necesitados, sino también de esta Salta históricamente postergada por el centralismo, al igual que todo el interior profundo. No podemos dejar de recordar su participación como convencional constituyente en la reforma de 1986 y su desplegada capacidad para el diálogo político dentro y fuera del bloque oficialista.
Así, él no dejó alfombrados despachos nacionales y de todo rango sin golpear sus puertas, logrando muchas pero muchas veces los resultados buscados. O al menos para mitigar penurias, ya que en esta vertiginosa evocación podemos ir desde una asistencia social directa a una atención sanitaria con traslado aéreo y medicamentos, a beneficios graciables, o al logro por la provincia de una obra importante.
Tuve varias oportunidades de ver su presencia imponente y eficaz en esos pasillos difíciles hasta de conocer en todo su mandato por muchos provincianos honrados como legisladores. Los pasillos de la impenetrable madeja burocrática del Estado.
Eras entonces, “Chiquito”, el salteño inmenso e inteligente que bien ganaste la trascendencia de ser un legislador sin banca por esta tierra de Güemes. Esta tierra hermosa, al decir del Barba Castilla, que también te deleitaba. Un “diplomático de la política”. Honroso título. ¡Vaya si te destacaste en ello!
Por eso hoy este adiós te evoca por esos caminos. Sin dejar obviamente tu espíritu andariego por gran parte de la geografía argentina, que tanto por los vínculos de tu querida familia como de la política recorriste, para quedarte también como lo haces hoy aquí. Por siempre.
En este abrazo con el que estrecho esa tu bella familia que me honra con su amistad, estamos todos tus amigos a los que con incomparable calidad de anfitrión (y asador inigualable) nos recibían a corazón abierto.
“Chiquito” Palazzo: estas lágrimas son nueva lluvia para esa siembra que prosigue sin tiempo en tu Mila, el Negro, el Flaco y todo ese universo inconmensurable de seres queridos. Mil abrazos hermano, compañero-compañero virtuoso de lealtad. Diplomático de la política. ¡Sí señor! Descansa en paz, “Chi quito” enorme.