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Después de dos años de pandemia, la Fiesta Grande en honor al Señor de Sumalao se vivió a pleno 

La fiesta centenaria reunió a creyentes de distintos puntos de la provincia. 
Domingo, 12 de junio de 2022 13:11

Este año las celebraciones en honor al Señor de Sumalao se realizaron sin restricciones y con la presencia de al menos 30.000 devotos. Una verdadera multitud se dio cita para participar de la Fiesta Grande. La misa central a las 10:30 empezó puntual y fue celebrada por el arzobispo Mario Antonio Cargnello y posteriormente comenzó la procesión, con un gran operativo policial.  El Tribuno estuvo presente en la misa, celebrada en el Templo de Sumalao donde devotos de diferentes localidades de la provincia llegar y expresaron su admiración por poder participar luego de la pandemia. “Estoy muy feliz de poder participar una vez más de esto que es tan lindo. Me siento muy emocionada”, contó Nilda quien desde Chicoana asistió con toda su familia. 
Ayer por la noche a pesar del intenso frío, la avenida ExComtabientes de Malvinas se mostró repleta de gente que comenzó la caminata hacia Sumalao. 

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Este año las celebraciones en honor al Señor de Sumalao se realizaron sin restricciones y con la presencia de al menos 30.000 devotos. Una verdadera multitud se dio cita para participar de la Fiesta Grande. La misa central a las 10:30 empezó puntual y fue celebrada por el arzobispo Mario Antonio Cargnello y posteriormente comenzó la procesión, con un gran operativo policial.  El Tribuno estuvo presente en la misa, celebrada en el Templo de Sumalao donde devotos de diferentes localidades de la provincia llegar y expresaron su admiración por poder participar luego de la pandemia. “Estoy muy feliz de poder participar una vez más de esto que es tan lindo. Me siento muy emocionada”, contó Nilda quien desde Chicoana asistió con toda su familia. 
Ayer por la noche a pesar del intenso frío, la avenida ExComtabientes de Malvinas se mostró repleta de gente que comenzó la caminata hacia Sumalao. 

 

Cómo llega el Cristo a Salta

Una de las historias que intentan explicar el evento cuenta que a comienzos del siglo XVII, Don Gabriel de Torres y Gaete, volviendo del Perú, traía entre sus equipajes una copia del Señor de Vilque para su hacienda de El Pucará. Cuando atravesaba el paraje denominado “Sumalao”, la mula que traía el bulto se desprendió de la tropa y fue encontrada en el mismo lugar anterior. Los arrieros azotaron la mula para que siguiera, pero fueron en vano sus esfuerzos. Ante la situación, y como ferviente creyente, Gabriel de Torres interpretó que la imagen quería quedarse en aquel lugar. Se ordenó entonces que se descargara el cuadro y se lo dejara bajo un algarrobo al cuidado y culto de los lugareños.

Otra historia cuenta que a mediados del siglo XVIII, el rey de España Carlos III, durante la colonización envió hacia América tres óleos de Cristo. Uno quedó en Cuzco -Perú- donde se lo venera con el nombre de Señor de los Temblores. El segundo está en Tacna -Perú-, y el tercero era para la provincia de San Juan -Argentina-. Cuando el Cristo “sanjuanino” salió del Cuzco, la caravana tuvo dificultades en Puno. Como no pudieron continuar, los viajantes dejaron el cuadro en la Parroquia de Vilque. Para cumplir con el mandato del rey, un anónimo artista cuzqueño hizo una réplica exacta del Cristo y el cuadro fue enviado hacia el sur a lomo de mula.

Por entonces, Sumalao era un paso obligado hacia el Virreinato del Río de la Plata, y lugar donde se cambiaban las mulas y realizaban ferias de trueques. En su época, la “Feria de Sumalao” fue considerada como la feria de mulas más grande del mundo.

Cuando los encomendados partieron hacia San Juan, uno de ellos tuvo que regresar porque la mula que llevaba el cuadro no estaba. Se la encontró en Sumalao, debajo de un algarrobo. Volvieron a recogerla y otra vez el animal se extravió y fue encontrado nuevamente en Sumalao, echado en el suelo bajo la sombra del mismo árbol y no se levantó hasta que no le sacaron el cuadro de su lomo.

Esto fue entendido e interpretado como una clara señal de que la imagen del Cristo quería quedarse en el sitio. Tan pronto como los fieles captaron tal deseo, erigieron una capilla al lado del algarrobo donde se echó la empecinada mula y así comenzó una leyenda que dura hasta nuestros días.

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