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La sequía amenaza a toda la economía

Domingo, 15 de enero de 2023 01:57

La sequía arrasadora que ya transita por su tercer año, desde 2020, tiene efectos devastadores en la vida de las personas, en la producción agroalimentaria y en las perspectivas de la economía nacional.

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La sequía arrasadora que ya transita por su tercer año, desde 2020, tiene efectos devastadores en la vida de las personas, en la producción agroalimentaria y en las perspectivas de la economía nacional.

En las primeras semanas del año, el 55% del territorio argentino sigue sufriendo un déficit hídrico que, en algunas regiones, es extremo.

La situación ya ha pasado del nivel de emergencia al de desastre.

La desesperante falta de agua para consumo en las localidades del norte argentino es indicio de una catástrofe de origen natural, que puede repetirse y que requiere avanzar con políticas estratégicas. Hace falta una fuerte inversión, dentro de un plan de largo plazo en obras de infraestructura de pozos y reservas que garanticen la provisión de agua para el consumo y el riego. Asimismo, es necesaria una conciencia productiva que comprenda la importancia de fondos anticíclicos para preservar la principal fuente de divisas y la actividad más dinamizadora con que hoy cuenta la economía real del país.

La persistencia del fenómeno meteorológico conocido como La Niña podría comenzar a ceder en el Norte argentino a partir del 20 de enero, con lluvias suficientes como para recuperar la humedad del suelo y llegaría justo a tiempo para salvar ajustadamente la campaña agrícola 22/23.

Para la ganadería local, en cambio, las pérdidas son muy grandes y recién comenzarán a cuantificarse en el próximo ciclo de preñez, en 2024. Por lo pronto, las pasturas que no se recuperaron este verano deberán esperar hasta el que viene y, sin pasto y sin maíz, los feed lot se ven obligados a adelantar la venta de los novillos con pérdidas de $40.000.000 por cada mil cabezas.

Las ventas prematuras y el sacrificio de vientres en todo el país contribuyeron en los últimos meses abaratamiento de la carne y, de ese modo, a un ilusorio respiro en el índice de la inflación en los alimentos. El precio de la carne subió el 35% en 2022, con una inflación global del 94.8%. Cuando esa sobreoferta nacida de la sequía se convierta en faltante, los precios volverán subir como el resto.

En la zona núcleo de la cadena agroalimentaria el alivio llegará tarde y no evitará la pérdida de un 40% de la cosecha nacional. Lo sentirán especialmente las producciones de maíz y de soja.

Las proyecciones indican que las exportaciones del agro se reducirían hasta US$ 14.100 millones, el efecto en el PBI sería de entre el 1% y el 1,8%. La Bolsa de Comercio de Rosario bajó sus estimaciones de cosecha para la soja y el maíz 2022/23; de 49 a 37 millones de toneladas para la primera y de 55 a 45 millones de toneladas para la segunda.

Evaluando la totalidad de efectos directos e indirectos, la sequía provocaría perjuicios a la economía muy superiores a los US$ 20.000 millones.

La Argentina es una Nación que creció al ritmo de la producción agropecuaria y que para sostener su comercio exterior aún depende de la cadena alimentaria, que aporta el 50% de las exportaciones nacionales. Asimismo, el atraso en el desarrollo tecnológico e industrial no es atribuible al campo sino a la intervención politizada y sin estrategia del Estado, con retenciones distorsivas y una carga impositiva insostenible. Esa intervención se vuelca a sistema de subsidios ineficiente y sesgado, que termina convirtiéndose en dispendio.

Este verdadero desastre natural obligaría no solo a los gobiernos, sino a la política en general, a comprender que el campo no es un privilegio de terratenientes, sino una actividad productiva que entraña altos riesgos y alterna años prósperos como trienios desastrosos, tal como el actual, que se inició con la sequía en 2020.

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