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Ody, la directora de radio que padeció el terrorismo de estado

Fragmento del libro "Tartagal, historias de vida", en el Proceso..
Sabado, 25 de marzo de 2023 02:09

Primero fue una sensación de vacío en el estómago, después el miedo, y con el paso de los minutos la angustia que dio lugar a la desesperación. Solo había alcanzado a ver por la ventana de su oficina hacia la vereda cuando cuatro hombres con ropas militares rodeaban a su esposo apuntándole con sus armas. Luego la prepotencia de un joven oficial ordenándole a ella misma que abriera todas las oficinas con el trillado argumento de que en ese lugar "se colaboraba con los guerrilleros".

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Primero fue una sensación de vacío en el estómago, después el miedo, y con el paso de los minutos la angustia que dio lugar a la desesperación. Solo había alcanzado a ver por la ventana de su oficina hacia la vereda cuando cuatro hombres con ropas militares rodeaban a su esposo apuntándole con sus armas. Luego la prepotencia de un joven oficial ordenándole a ella misma que abriera todas las oficinas con el trillado argumento de que en ese lugar "se colaboraba con los guerrilleros".

El oficial y los soldados dieron vuelta todo, muebles, cajones, cajas conteniendo documentación. Mientras veía lo que los hombres hacían en ese lugar en el que pasaba la mayor parte del día, pensaba en Néstor, que en la puerta del edificio seguía rodeado de los cuatro hombres armados pero no quería dejar solos a los militares que sin decir palabra tiraban de un lado a otro lo que encontraban a su paso...

Cuando el oficial se fue -con la misma actitud con la que llegó- y ordenó a sus hombres que se retiraran, corrió hacia la vereda. Pero Néstor y los cuatro hombres ya no estaban allí. Con ambas manos se tomó el rostro y rompió el llanto. Pero solo un par de minutos porque sintió que toda la responsabilidad caía sobre sus hombros y esa sensación pudo más que su angustia. Entró a su oficina, tomó un vaso de agua, suspiró profundamente y sin poder aún contener el temblor de sus manos comenzó a hacer llamadas telefónicas. Decenas de llamadas telefónicas tratando de pedir ayuda porque sabía, era consciente, de que a esas horas la vida de Néstor Santos Martínez Gil, su marido, pendía de un hilo.

Era el mes de febrero del año 1976, días antes de que se produjera el golpe de Estado que tiñó de sangre y llenó de dolor a miles de familias argentinas. La primera llamada telefónica fue al "amigo de la familia", el teniente coronel Héctor Ríos Ereñú. Pero el entonces jefe del Regimiento 28 de Infantería con asiento en Tartagal le aseguró que nada sabía acerca de la detención de su esposo. Cuando cayó la noche había llamado a todos los que conocía... y Olimpia conocía a mucha gente. No en vano era la directora de la única radio que existía en cientos de kilómetros a la redonda y la segunda creada en la provincia de Salta. Las horas de ese día pasaban inexorables y al caer la noche llamó al Padre Gualterio Ansaldi, el párroco de la iglesia La Purísima y capellán del Regimiento. Allí volvió a quebrarse, se permitió llorar sin consuelo pero el cura le prometió hacer todo lo que estuviera a su alcance para ayudarla. Supo que así sería porque pudo percibir la sorpresa en la voz del sacerdote al saber que Néstor Martínez Gil había sido detenido.

Pasaron las horas y luego los días; sus hijos, todos adolescentes, comenzaron a preguntar con mayor insistencia por su padre y en ese momento debió hacerse fuerte y explicarles que había sido detenido por un error, pero que en algunos días ya estaría de vuelta y que papá -un hombre afectado de un asma crónica- se encontraba bien de salud. En el Comfer, en ARPA (la entidad que nuclea a las radios privadas de la Argentina) nadie sabía darle una explicación.

Una y otra vez repasaba en su cabeza las últimas horas para encontrar alguna razón, algún indicio, pero no había nada que pudiera echar aunque fuera una pequeña luz a esa sombría y fría sensación que se instalaba en su estómago, le invadía todo el cuerpo y con la que tenía que luchar para no desplomarse.

Exactamente a la semana el mismo párroco Gualterio Ansaldi se presentó en su casa. Olimpia sonrió al ver el rostro del sacerdote porque en lo más profundo de su ser sintió que todo volvería a estar bien. Néstor Martínez Gil, de profesión escribano, un fuerte empresario local propietario de LW 2 Radio Tartagal, de varios inmuebles y fincas dedicadas a la agricultura, había sido detenido y trasladado a un lugar que nunca fue revelado -ni entonces ni después- en la ciudad de Salta por orden de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) ante la denuncia de un informante de Tartagal respecto de que en uno de sus establecimientos agrícolas, grupos subversivos realizaban entrenamientos de campo. "No es verdad, no es verdad", repetía una y otra vez Olimpia, pero recordó que en la finca Las Maravillas de 9.000 hectáreas, una de las propiedades de la familia que se extendía en el límite entre Argentina y Bolivia, entraban y salían decenas de personas por los caminos no habilitados. Pero solo eso, solo lugareños de uno y otros país, no guerrilleros, no subversivos.

  Olimpia Pérez del Busto, en un homenaje.

Dos días más tarde, y tal como se lo había anticipado el padre Gualterio, Néstor regresó, pero nunca volvió a ser el mismo. Se veía pálido y sombrío y una noche de insomnio se sentó a escribir cada minuto de su detención que no duró más de 10 días, pero que él sintió como una eternidad. Nunca quiso decir si había sido golpeado en aquellos interminables interrogatorios; pero esa experiencia si no flageló su cuerpo, sí minó su alma.

Pasó el tiempo, muchos años, pero su mujer le había prometido conocer quién era aquel informante por cuyos datos el terrorismo de Estado le hizo pasar uno de los peores momentos de su vida.

Con paciencia no solo conoció quién era el informante, sino que llegó a saber de qué manera -burda, ridícula pero que para muchos argentinos marcó la diferencia entre la vida y la muerte- se daban y recibían esos informes. Un sobre cerrado, sin firmas, sin ninguna solvencia investigativa en la que el informante indicaba el nombre de quien, supuestamente, estaba colaborando con la guerrilla. Fue así como miles de argentinos fueron detenidos, torturados y asesinados, sin que mediara un juicio justo.

Néstor Martínez Gil, un visionario

Durante muchos años Tartagal había sido primero un paraje y luego un pueblito de casas precarias al que fueron llegando inmigrantes de muchas naciones del mundo. Así llegaron Gabriela Gil y Ramón Martínez, dos jóvenes españoles nacidos en Andalucía, quienes antes de casarse vivieron algunos años en la ciudad de Salta. Ella fue la primera partera -con formación- que desempeñó su profesión en el pueblo. Su esposo Ramón se dedicó al comercio, compró tierras y en sus fincas tenía grandes sembradíos. Tenía un gran almacén a una cuadra de la plaza, donde fabricaba la sémola con el maíz que cosechaba de su finca.

En 1931 nació Néstor, el mayor de sus hijos. El muchacho y dos de sus hermanos al terminar el colegio secundario se fueron a Tucumán para continuar con sus estudios, ciudad en la que obtuvieron el título de escribanos. Inquieto como sus padres, Néstor se dedicó a su profesión, instaló el primer registro del automotor que existió en la zona, compró una imprenta y también se dedicó al campo. Era dueño de la finca Las Maravillas de 9.000 hectáreas. Cuando cumplió los 30 años, ya casado con Olimpia Pérez del Busto, tomó conocimiento de que el Gobierno de la Nación había realizado el llamado a licitación para la adjudicación de varias radio emisoras de baja potencia para el interior del país y no dudó un instante; viajó a Buenos Aires, obtuvo los pliegos y meses más tarde logró la adjudicación de la segunda radio AM de la provincia de Salta.

El 13 de junio de 1963 LW 2 Radio Tartagal comenzó a transmitir y ese hecho marcó un antes y un después en la vida del pequeño pueblo. Los equipos fueron instalados en una de las propiedades de la familia Martínez, en tanto la antena de 67 metros de altura fabricada en Tartagal se colocó en un predio cercano a la ruta 34.

En 1965 Néstor Martínez Gil fue nuevamente convocado por las autoridades del Comfer porque esta vez se licitaba un canal de televisión. Néstor Martínez murió a los 43 años habiendo contribuido para que Tartagal fuera una ciudad.

AGENCIA TARTAGAL

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