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Las urnas profundizaron lo que en las primarias se había insinuado con elocuencia: el kirchnerismo, pese a mantener la primera minoría parlamentaria, ya no representa a la mayoría del país, abriendo así la puerta a una inevitable disputa por la sucesión, en la que el oficialismo partiría con desventaja.
Tal como se esperaba, casi el setenta por ciento de los argentinos votó opciones contrarias al Gobierno nacional, lo que no puede dejar de ser leído por la Presidenta y su gente si aspiran a tener una transición lo más tranquila posible. Ya no hay un 54 por ciento de la gente respaldando al Gobierno como había hace dos años, lo que seguramente obligará a los alfiles de Cristina a comenzar un proceso de fuertes reacomodamientos internos.
El Frente para la Victoria fue literalmente aplastado en los principales distritos de la Argentina, en donde en ninguno de ellos logró sacar menos de diez puntos de distancia sobre su rival más cercano. Esa es una señal de alarma que el Gobierno debe atender, ya que en los distritos más grandes están sus futuros competidores por el sillón de Rivadavia. Todos ellos terminaron la jornada de ayer en mejores condiciones de las que la empezaron.
En Buenos Aires, Sergio Massa duplicó su ventaja contra Martín Insaurralde y quedó posicionado como el candidato presidencial con mayor proyección para los próximos años. Massa no solo ganó la provincia más poblada con un partido político que no tiene más de cuatro meses de existencia, sino que lo hizo ni más ni menos que ante Daniel Scioli, su principal rival en el PJ de cara a 2015. Scioli, otro de los que buscará suceder a Cristina, seguramente comience desde mañana a mostrarse con más independencia de la Casa Rosada de lo que lo vino haciendo hasta ahora. El exmotonauta tomó nota de que la sociedad ya vislumbra un fin de ciclo y que él no quiere quedar pegado a esa sensación.
El discurso de anoche de Massa no fue el de un diputado que asumirá su banca sino el de un líder político que empieza su campaña electoral para algo mucho más grande.
En Capital Federal, un territorio tradicionalmente esquivo para el peronismo, el macrismo ganó con contundencia y posicionó a Mauricio Macri como el exponente de centro derecha mejor posicionado para las elecciones de 2015. El líder del PRO no tiene reelección en la jefatura de Gobierno porteño y esta vez sí competirá por el premio más grande. En la Ciudad de Buenos Aires el kirchnerismo se quedó sin ningún senador nacional y le cedió la oposición distrital a UNEN, una fuerza nueva que tiene todo por crecer de ahora en adelante. Hermes Binner y Julio Cobos ganaron por amplio margen sus provincias y van camino a una interna entre ellos para definir quién peleará la jefatura de Estado por el centro izquierda no kirchnerista.
A ese lote de ganadores, aunque en menor medida, puede sumarse también el gobernador José Manuel de la Sota, ya que su delfín Juan Schiaretti se impuso en Córdoba por pocos puntos al candidato del radicalismo. De la Sota, de no prosperar en su postulación presidencial, seguramente terminará respaldando la candidatura de Massa.
Las reacciones
La primera reacción del oficialismo, encabezada por un exultante y desprestigiado Amado Boudou, muestra que la autocrítica volvió a estar ausente en las filas kirchneristas, aunque todo indica que en los próximos días habrá algún tipo de pase de facturas puertas adentro. En el búnker oficialista se veían sonrisas y afirmaciones sobre lo bien que le había ido al Gobierno, pero no se escuchó ni una palabra sobre la enorme diáspora de apoyos que se le fueron esfumando al compás de la radicalización de la gestión ejecutiva.
Con Cristina todavía en recuperación, hoy queda claro que el Frente para la Victoria carece de una conducción sólida que le permita tomar decisiones trascendentes que le devuelvan la iniciativa política. Desde que la Presidenta se internó, hubo un solo anuncio de envergadura en materia política, la estatización del ferrocarril Sarmiento, y fue luego de un accidente que dejó unos cien heridos.