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Ella, que tiene síndrome de Down, cerró el año con el flamante título de bachiller que obtuvo en el BSPA (Bachillerato para adultos) de General Mosconi, y ese logro no será ni remotamente su techo.
Ahora quiere estudiar música y enseñarle a tantos chicos que "no pueden pagar una profe", comenta la misma Eliana con esa sonrisa que ilumina su rostro de blanquísima y tersa piel de niña.
María Luisa, su mamá, la mira orgullosa y refleja el amor que desde el día que vino al mundo le ofreció a su única hija. "Cuando nació, la pediatra me dijo que no iba a caminar y que posiblemente no iba a poder hablar. Pero mírenla ahora", dice esta exdocente, quien, tras ese primer impacto que para ella significó ser mamá de una niña especial, se repuso con toda entereza sustentada en el amor sin condiciones que solo los verdaderos padres comprenden. Una experiencia intransferible que solo pueden comprender papás de niños en la misma situación o con cualquier capacidad diferente.
Escuela integrada
Eliana nunca asistió a una escuela de educación especial. Ella misma recuerda su paso por el periodo escolar primario: "Comencé el prejardín en la sala El patito coletón, en Tartagal, y allí tenía apoyo de una psicóloga y una fonoaudióloga. A los 4 comencé en el jardín maternal y a los 5 años pasé al jardín de la escuela Coronel Vidt. Después fui al colegio Sarmiento hasta séptimo grado".
Esta jovencita maneja la tecnología como cualquier adolescente de estos tiempos, pero a diferencia de muchas chicas no participa de redes sociales. "No me gustan las redes sociales, no tengo Face ni Twitter, tampoco tengo novio, y por ahora no me gusta ningún chico", cuenta con indisimulada timidez bajo anteojos que no impiden mirar sus ojos vivaces.
Desde hace cuatro años trabaja en el Centro Tecnológico Comunitario (CTC) de Mosconi y también estudia inglés. "Eliana tenía dificultad con matemática. Uno de sus tíos, que es ingeniero, un día la sentó y le dijo que aprendería sí o sí. Gracias a Dios la sacó adelante, porque en las otras materias nunca tuvo problemas", recuerda la madre, que perdió a su esposo cuatro años atrás, un golpe que para la niña también resultó durísimo.
Manos hábiles
Eli tiene unas manos maravillosas para la cocina. Pizzas, empanadas, masas y tortas y cuanta comida tenga que preparar, para ella no son problema. Y, además, es una apasionada de las manualidades. "Tejo crochet y a dos agujas, me encanta hacer adornos para la casa y escarpines para los bebés", cuenta, mientras mira a María Luisa, y le dice: "Soy tu hija preferida, no?". Una broma que la hace morir de amor, porque todos saben que es única.
Eliana tuvo siempre la virtud de despertar un especial cariño en quienes la rodean y esa fue una de las razones por las que sus amigos de la escuela votaron y la consideraron la mejor compañera, una distinción que a ella la hace más feliz que su excelente promedio y haber cumplido la meta de terminar el secundario.
"Nunca me llevé materias y ese último día, en el acto de colación, les escribí unas lindas palabras a mis profes, que fueron muy buenos conmigo, y a mis compañeros. Mi mamá se puso nerviosa porque ella no había leído mi mensaje y tenía miedo que dijera algo incorrecto, pero a todos los gustó lo que dije y me aplaudieron; me emocioné mucho", recuerda.
"Me encanta la música y voy a estudiar instrumentos para enseñar a los que no pueden pagar"
El próximo año, además de computación, inglés y de sus múltiples actividades manuales, se abocará a aprender a tocar "varios instrumentos".
"Teclado, guitarra, todo me gusta porque me encanta la música. Pero no quiero hacer nada que me tenga lejos de mi mamá, quiero estar cerca de ella", dice Eliana mirándola y entrelazando sus manitos regordetas con las de María Luisa. Esta madre, tan extraordinaria como su hija y como tantas mamás de niños especiales, otra vez se emociona tanto como en cada logro, en cada pequeño gran paso que su hija da y que la hace cada día más independiente, más autosuficiente, pero con ese vínculo incondicional e inalterable que las unirá por siempre.