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Un día entendés que la belleza física no compensa la interior

Lunes, 16 de enero de 2017 01:30
La Quipi en la planta editorial de El Tribuno. Jan Touzeau
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¿Cambió tu ideal de belleza a los 15, 25 y 35 años?
Sí, y no solo porque el prototipo de mujer bella fue cambiando para todos con el paso de los años, sino porque la propia madurez implica que cada vez me importa menos parecerme a ese ideal de belleza. A los 25 aún me importaba y como no me aproximaba para nada me sentía fea. Pero a los 35, una mujer promedio ya se cansó de las dietas, de compararse con mujeres perfectas saturadas de Photoshop. Ya vio a muchas mujeres en bikini y entendió que todas tienen celulitis como ella. Ya estuvo con bombones irresistibles que no valían la pena y entendió que no hay belleza física que compense la interior. En un momento te cansás de compararte.
¿Se rompe la ilusión?
Como todas las ilusiones, la ilusión de belleza se rompe. Y en el mejor de los casos nos terminamos amigando con nuestra propia imagen. La moda y las publicidades se pasaron toda nuestra vida diciéndonos cuánto nos falta para ser lindas, para vendernos cosas que solucionan esas carencias. Gastamos un montón de dinero convencidas de que todo eso nos hace falta. Pocas veces nos elogiamos por nuestras cosas bellas, o somos amorosas con lo que nos tocó. Creo que eso es algo que nos debemos todas a nosotras mismas. Y cuando lo tengamos, vamos a dejar de estar pendientes de esa belleza que nos quieren vender y que no nos damos cuenta de que ya tenemos.
¿Y qué aprendiste a amar de tu aspecto físico?
A mí me costó mucho dejar de elegirme por partes. Las que no me gustan quizá las puedo mejorar o disimular, pero no me hace bien a mí como persona rechazarlas u odiarlas porque eso afecta como me siento para todo. Alguien que se siente confiado y se ama hasta camina diferente. Conozco a mujeres que se acomplejan para vestirse, para desvestirse frente a alguien, para mirarse a solas frente a un espejo. Y la gente que las conoce y las quiere ni se fija en sus medidas ni en su peso. Es evidente que para amarse a uno mismo del todo tenemos que dejar de criticar y odiar el cuerpo que nos tocó.
¿Hasta qué punto te adherís a llevar una vida sana?
No creo en la vida sana como una imposición. Creo que uno tiene que tener una vida sana por convicción, porque tiene plata para las viandas ligth y ganas de resistirse a la chocotorta. Si querés vivir sano porque eso te hace sentir bien, es bárbaro. Pero si por ser flaco vas a llorar cada vez que pases por el parripollo y soñás con besarte con una papa con queso, largá la dieta y viví como querés vivir. Creo que las obsesiones no son buenas y las limitaciones bastante aburridas. Parte de ser sano es darse lo que a uno le da placer y a veces el placer es un poco insano. Lo sano es ser consciente y flexible. Ya inventarán un adelgazador de partículas que nos permita tener cintura sin hacer dieta.
¿Cuánto has aprendido a hacer por tu pelo, tu maquillaje y el cuidado de tu piel vos sola?
Siempre fui un desastre para vestirme, pero cuando empecé a trabajar en los medios y tuve que hacer sesiones de fotos o salir en cámara, le empecé a prestar más atención al pelo, el maquillaje y la ropa. Las que más me enseñaron son las maquilladoras. Aprendí que con maquillaje se puede afinar una cara o una nariz. Claro que quién querría hacer eso todos los días a las 7 de la mañana para ir a trabajar. Así es que tengo una nariz de lunes a viernes y otra los sábados por la noche cuando tengo tiempo de maquillarme.
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