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He empezado a pensar y a meditar sobre mi vínculo con la tecnología hace algunos meses. Se fue gestando dentro de mí una sensación de vacío. Desarrollé una costumbre vaga y automática con relación a un teléfono donde encuentro fotos y videos de las personas que forman, o no, parte de mi vida. Algunos grandes afectos parecieran estar algo más cerca a través de este medio. Pero en verdad esa sensación fue perdiendo vigorosamente su consistencia. Lo que quiero apuntar en este breve texto que anuncia un retiro muy “masticado”, es que creo que el vínculo a través de este medio es mudo y ciego. Se me ha producido una parálisis en el habla y en la vista. En algunas cosas me detengo y en otras paso como un robot en modo automático. El dedo se mueve y yo no me muevo. El ojo recibe pero no estoy realmente “viendo”.
Hace algún tiempo que la artista que llevo dentro viene haciéndose un espacio cada vez más grande en la casa donde vivo... más conocida como mi cuerpo. Se expande y abre las puertas y las ventanas con una seguridad cada vez mayor. Dirige, ordena, mueve, limpia. Un poco se apoderó de mí la desgraciada. Tales son mis ganas de conservarla y entablar un vínculo fecundo y sólido que decidí durante esta peste invisible que se hace visible en muertes y falta de respiradores, darle el espacio verbal y visible, y sobre todo el lugar físico que necesita para terminar de quedarse.
Es un huésped que esperé toda la vida tener alojado en el cuerpo. Es casi como un virus que me dispuse a contraer. Pero de esos virus que, si bien te sacuden, también te ayudan a poner el foco en lo que de verdad importa.
Y creo que este es el punto más singular de todos... lo que yo puedo considerar importante probablemente no sea importante para los demás, o se encuentra en otra escala de prioridades. Celebro esas diferencias, y también es un alivio que no todos miremos en la misma dirección.
Lo que consideramos importante o esencial es materia de cada uno. Para mí es hoy y será siempre, el arte.
Entré lentamente en esta tormenta de arena pensando que algo de mí iba a morir. Murieron varias partes. No había suficiente equipamiento en mi casa cuerpo. No había lugar para todos. Despedí con tristeza los tejidos que cargaban las ideas, los caprichos, las injusticias, las culpas, las dudas, los viejos sueños, las promesas que me hice y que hice, me despojé de las imágenes y de los hitos en la línea del tiempo que le dicen a una mujer occidental que tiene que tener... entre muchos otros habitantes.
Se me encendieron otras partes de la ciudad. Se fueron elevando algunas voces que sonaban distinto. Empecé a ver. Y cuando pude ver, recuperé el habla. El habla me permitió relatar lo sucedido. Y notar que la artista había hecho un gran trabajo en mi casa cuerpo.
La decisión de abandonar este medio responde a que ahora mi vida estará centrada en la verdadera elaboración y producción para la que me vengo preparando en estos 28 años de vida. Para estar en el hoy, en el ahora.
Presente.
Ando desabastecida de mis antiguos recovecos pero con una certeza inmensa de que se elevará una ciudad como la de Chicago después del gran fuego. Las columnas de hierro se situarán en dirección al cielo. Sin un límite. O con el límite más verdadero: el de cuidar de mi artista en expansión.
Generaré arte. Generaré dibujos, pinturas y también intentaré escribir poemas, textos y cuentos cortos.
Produciré y estaré bien, mejor que nunca, habitando mi casa cuerpo con mi artista que ahora es una mujer determinada, sin vueltas.
La niña que nació en 1991, un 15 de agosto en la ciudad de Salta, renace hoy y se ha aceptado a sí misma como artista. Sé que moriré una y otra vez y que la reinvención será siempre. Constante.
Se ha ido el dolor asfixiante de la lucha por ser algo que no soy, para reconocerme hoy como una mujer traída al mundo con un fin claro. Preciso.
La comunicación con todas las personas que llevo en mi corazón será a través de mensajitos y llamadas. De abrazos. De sobremesas. Del choque de vasos con un rico vino, o lo que haya.
Me voy a poner a trabajar en mi página web donde estarán mis trabajos y mi progreso. Esperemos!
Las personas que tengan interés por mi arte siéntanse libres de consultarme a mi celular. Seguiré haciendo pedidos, escuchando historias y dándole vida a mis trazos. Mi proyecto trazo vivo, guarda un lugar especial en mi casa cuerpo.
Antes de irme, una última reflexión en relación con el COVID-19.
El mundo se está limpiando. Y la especie humana sabe lo que es ahora estar en estado de “cautiverio”.
Dicho esto, no quiero más zoológicos. No a los acuarios. No al maltrato animal. No al uso indiscriminado del suelo. No a la sobreproducción y explotación. No al entretenimiento plástico. No a la corrupción y a la mala política. No al odio. No a la contaminación. No a la opinión sobre el cuerpo o el aspecto de los demás. No al egoísmo. No al socialismo. No al capitalismo que no sabe parar. No a la tala de árboles. No a la destrucción del Amazonas ni de cualquier otro pulmón de la tierra. No al consumo estúpido. No más desaparecidos. No a las guerras. No a las bombas nucleares. No al racismo. No a la esclavitud (todavía hay esclavos en este mundo). No a pagar innecesariamente por tener acceso a cosas que ahora, de repente, son gratis. No al sobreprecio injustificado e injusto. No al trabajo infantil. No a la trata de mujeres.
Sí al trabajo en conjunto. Sí a extender manos gratuitamente. Sí a la colaboración. Más comunidad. Más conexión. Más realidad. Más democracia. Más comunicación. Más miradas. Más palabras.
Sí a la elección de la maternidad sin morir por no desearla. Sí al amor. Sí a la comprensión. Sí a la diversidad. Sí a elevar intenciones. Sí al intercambio. Sí a los debates. Sí a los líderes que no engañan. Sí a la verdad. Sí a la justicia.
Sí al respeto.
La peste nos dejará en paz cuando dejemos en paz al mundo.
Al que vinimos de paso.