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La sociedad a comienzos del siglo XIX presenció un sistema colonial que empezó a eclipsarse en un nuevo orden institucional y legal que se gestaba en cuarteles, cabildos, universidades y salones. En esta encrucijada solo un elemento se mantenía firme: la vida cristiana que se desarrolló en ciudades y campaña. La religión es lo incólume en todo este proceso. En tiempos de transición, el colectivo social necesita el reaseguro que le proporciona lo eterno, representado por las diferentes jerarquías religiosas, en la prédica educadora, en los ritos y en las enseñanzas que de ella emanan. La adhesión a la Iglesia Católica es plena.
La historiografía contemporánea sobre la religión, en el transcurso de los procesos bélicos que condujeron a la independencia de los estados en la América del Sur, se ha concentrado en temas tales como el comportamiento del clero ante el proceso emancipador, la influencia de las corrientes teológicas, las relaciones jurídico-políticas entre la Iglesia y los noveles estados independizados. No se ha profundizado en el rol que ejerció el mundo femenino en su relación con la jerarquía religiosa.
La población salteña en las postreras décadas del siglo XVIII y en los albores del siglo XIX evidenciaba un espíritu fuertemente ligado a la fe católica. De toda la composición social, sobresale la participación femenina en un extenso listado de ritos como misas, procesiones, adoración al Santísimo, rezo del rosario, participación en vía crucis, etc. La práctica religiosa ha constituido una preocupación fundamental en la población en general y en las mujeres en particular.
Los acontecimientos inesperados que amenazaban la vida de la ciudad o de la región, tales como pestes, ataques aborígenes, movimientos telúricos y guerras, eran ocasiones en que las autoridades exhortaban a cofradías y párrocos a sacar las imágenes de los patronos de la ciudad para que, en procesión, se hicieran las rogativas que repelieran el efecto negativo de aquellos infaustos sucesos. Estas costumbres tienen continuidad en la etapa de la lucha por la Independencia. La apertura del proceso bélico en procura de la emancipación se constituye en sólido motivo para objetivar el direccionamiento de las prácticas religiosas en torno a un fin específico: la emancipación.
El proceso emancipador supuso la demarcación del horizonte y el objetivo al que debían dirigirse las oraciones. Los sucesos bélicos implicaron que el universo femenino se aplicara en dispensar oraciones tanto en altares improvisados en el medio doméstico como en los de las iglesias, dirigiendo las súplicas al Altísimo y a su amorosa Madre, en espera de la protección divina en beneficio de la causa libertadora. En la trama religiosa, la guerra por la emancipación americana, adquiere el matiz de sacralidad para el colectivo de féminas orantes, en pro de la victoria de los ejércitos y de los escuadrones gauchos.
La oración, como elemento intermediario entre la dama feligresa y la divinidad, adquiere una doble vertiente: la súplica se dirige a la consecución de la victoria por parte de las tropas gauchas, y al retorno de los hombres de la familia: padres, hermanos, hijos y otros parientes. Estas peticiones acompañan el cumplimiento de las promesas por los favores recibidos.
La devoción mariana
En el universo de representaciones y prácticas religiosas presentes en la acción guerrera durante la independencia, sobresale el culto mariano, de larga tradición en el antiguo régimen español. La potencia del culto mariano se constituyó como símbolo legitimador de las aspiraciones de las damas devotas que imploraban la protección de la Virgen para los esposos, hermanos e hijos que se alistaban en los ejércitos patrios y en los escuadrones gauchos.
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX la devoción a María Santísima, en cualquiera de sus advocaciones, fue sustantiva en los corazones de las damas salteñas, en la esperanza que se ponía en la protección de María y los testimonios que surgen como fuente de amor y de misericordia. Y es que la población de Salta en general, y de las mujeres en particular, llevan en su vida la savia de la fe cristiana; fortalecida con el ambiente de piedad en que naciera esta ciudad. Las féminas encuentran en la devoción a María un elemento aglutinador, percibiéndola como motor eficaz de la emancipación, María se transforma en eje identitario de la causa emancipadora.
En el espectro de las prácticas de culto se incluyen a numerosos santos, como San Francisco y San Roque entre los provenientes de Europa, y San Francisco Solano, Santa Rosa de Lima, San Juan Macías y San Martín de Porres, entre los que encontraron la santidad en tierras americanas.
Otro factor a considerar en las devociones de la feligresía en general y del universo femenino en especial son los sermones como vehículo de propaganda.
Este se presenta como una fuente de utilidad por su fuerza generadora de sentido. Y es que, en estas prédicas desde el púlpito, las feligresas encuentran una herramienta aglutinadora, percibiendo a la Virgen María como el motor eficaz de integración a sus aspiraciones de libertad y de bienestar para la familia.
El santo rosario
El rezo del santo rosario, costumbre centenaria en los hogares virreinales de práctica diaria, pasó a uso cotidiano, por la mañana y por la tarde, en las tropas de Manuel Belgrano. Igual actitud había adoptado San Martín en el Regimiento de Granaderos, las oraciones impuestas eran de mañana y de tarde, fuera en el cuartel o en campaña. De tal suerte, una práctica religiosa doméstica se transforma en uso militar y de estricta observancia en la marcha hacia el objetivo bélico que se quiere derrotar.
Las damas en su recoleto espacio familiar, y los padres, esposos y hermanos en el derrotero hacia la consecución de la libertad se unen en oración a la Santísima Madre.
Esta alta adhesión a las devociones marianas da cuenta de la importante función que las prácticas religiosas y devociones a la Virgen han tenido en el seno de la contienda americana por la independencia. A pesar de la gran heterogeneidad en la composición de la población, hay un factor de unificación y de integración: la devoción religiosa a la Madre del Señor, fuente de esperanza en un contexto de guerra y de un fuerte anhelo de libertad.