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Benita Campos, nacida en Salta el 21 de marzo de 1870, superó el estereotipo de mujer dedicada a las labores del hogar como era habitual en aquel tiempo en que fenecía el siglo XIX. Mujer de destacadísimos méritos, hizo sus primeros estudios en la escuela de la maestras Benigna Saravia, ubicada en Córdoba 36. En el año 1882 se creó la Escuela Normal de Maestras, Benita acudió a esta escuela para continuar su educación, en calidad de becaria por el Gobierno de la Nación. En aquel tiempo ejercía la dirección la señorita María del Pilar Sarriera. En 1890 obtuvo su título de maestra normal, llevando su diploma la firma del presidente Carlos Pellegrini.
Allí comenzó su trayectoria docente, y posteriormente reemplazó a la gran educadora Carmen Niño como vicedirectora de la escuela Domingo Faustino Sarmiento. Más tarde recibió la oferta de desempeñar las cátedras de Historia, Idioma Nacional y Geografía en la Escuela Normal.
Su laboriosidad y disciplina en el ejercicio de la docencia le valieron la designación en el cargo de secretaria del Consejo General de Educación en carácter ad-honorem. Junto con otras docentes, colaboraron con el gobernador Joaquín Castellanos, cuando el Congreso de la Nación negó la subvención para pagar los sueldos de Educación de la Provincia de Salta.
Participó, como era habitual entre las damas de su época, en obras de caridad, colaborando con gran entusiasmo con el presbítero José María Hinojosa, fundador de un colegio de huérfanos al lado de la iglesia de la Virgen del Valle, conocido como Asilo León XIII, establecimiento del que fue su directora y sólido pilar en el que demostró la capacidad de su riqueza espiritual.
Otra obra fue la fundación de la Escuela Profesional de Mujeres y de dos escuelas dominicales para mujeres adultas que debían funcionar en las parroquias de La Candelaria y de La Merced.
Anexa a las actividades docentes, incursionó en trabajos de carácter histórico. Uno de los primeros fue una biografía de monseñor Julián Toscano, publicada en la revista “Monumento 20 de Febrero”, editada el 25 de mayo de 1901 y dirigida por don Casiano Hoyos y don Luis Peralta.
La pluma de Benita no solo se dedicó a la producción de textos históricos, sino que también se volcó a la actividad periodística, con mirada crítica del ambiente provinciano de su época. Cabe considerar que Benita poseía una gran preparación intelectual, un rasgo singular en aquellos tiempos en que fenecía el siglo XIX. Se inició como primera periodista mujer en El Cívico, diario de la tarde, el órgano del partido Unión Cívica Radical, compartiendo las páginas con figuras relevantes de la época como Luis Peña, Domingo Güemes, Fernando López y Moisés Oliva.
La revista Güemes
La señorita Benita dedicó dos décadas en estudiar en profundidad al prócer gaucho para recuperar su figura de olvido y agravios. Más tarde, con pasión y esmero preparó lo que constituirá su obra cumbre: la fundación de la revista Güemes, que apareció en julio de 1907, y cuya dirección y administración estuvo siempre en la casa donde naciera y viviera su fundadora en Alberdi 578.
La publicación estaba dedicada a temas históricos y a exaltar la admiración civil por aquellos que forjaron la libertad de la Patria. Un tema central era rescatar del olvido la figura del general don Martín Miguel de Güemes. Esta revista se constituyó en la fortaleza donde se gestó la acción reivindicadora de esta figura nacional tan polémica y desprestigiada.
La vigorosa personalidad de Benita Campos le infundió vida y calor humano y las energías necesarias para revalorizar al héroe olvidado. En esta labor histórica contó con el apoyo de figuras descollantes de Chile como Leonardo Eliz, autor de un poema al general Güemes en su primer centenario, los quiteños Alejandro Andrade Coello y Mercedes Acosta, directora de la revista Brisas de Carchi; peruanos como Ricardo Palma, Dora Mayer y Clorinda Matto de Turner, discípula de Juana Manuela Gorriti; y connacionales como Carlos Guido Spano, Ataliva Herrera, Bernardo Frías y Juan Carlos Dávalos. El último ejemplar de la revista Güemes salió en julio de 1921.
El historiador Carlos Gregorio Romero Sosa con mucho fundamento la llamó “La Güemesiana inmortal”.
Benita Campos demostró en el dictado de sus clases y en su vida cotidiana su acendrado patriotismo. Este la llevó a fundar la filial salteña de “La Asociación Pro-Patria”, de la que fue su primera presidenta, integrada por figuras femeninas de relevancia como Carmen Corvalán, Lola Ovejero, Rosa Aranda, Mercedes Dávalos de Gorostiaga, Inés Sueldo, Ernestina Gutiérrez, entre otras damas interesadas en el rescate de nuestra historia.
Esta dama tan interesada en la promoción de la cultura y particularmente de la historia local formó parte de los promotores de la construcción del Panteón de las Glorias del Norte, que debía erigirse donde hoy se encuentra el jardín trasero del Palacio Arzobispal. Esta obra fue concretada por el interventor federal don Manuel Carlés.
Benita también propició y logró la construcción en la actual avenida Belgrano, esquina Balcarce, de una base de piedra donde se emplazó una placa recordatoria del sitio en que fuera herido el general Martín Miguel de Güemes, el 7 de junio de 1821. Otra iniciativa que se concretó fue la de erigir el busto de Güemes en el patio central de la escuela homónima, inaugurado el 25 de abril de 1925.
Otra aspiración de esta salteña ejemplar fue la construcción del monumento al héroe gaucho en la plaza 9 de Julio, pero, trámites burocráticos y razones diversas llevaron el proyecto hasta plaza Güemes por encontrarse en aquellos días al frente la Casa de Gobierno. Un conjunto de patriotas salteños destacados resolvieron finalmente que se erija al pie del cerro 20 de febrero. Lamentablemente, Benita Campos no pudo ver la obra terminada.
Su trayectoria en el campo de la docencia, el periodismo y la cultura no fue debidamente reconocido. Por razones políticas fue dejada cesante de sus cátedras en la Escuela Normal. Excluida y vilipendiada por un sector imbuido de cierta pequeñez provinciana, no se subordinó ni se quebró ante la arremetida política. Benita, con vocación de lucha, salió incólume de las sombras que se cernieron sobre ella y finalmente fue restituida en sus cátedras.
Doña Benita Campos falleció a los 61 años el 3 de julio de 1928. Una multitud acompañó el cortejo fúnebre hasta el cementerio de la Santa Cruz. Lo presidía Juan Carlos Dávalos. El diario Nueva Época relató: “Pocas veces en Salta se ha exteriorizado un duelo de iguales proporciones”. Y añadió: “En Salta como en los pueblos de estrecho horizonte, hay que encastillarse en torre de marfil, no opinar, no producir nada, no rozar con quienes se quiere atraer aprecios y fama de sabihondos”.
Después de su deceso cayó en el ingrato olvido de sus contemporáneos a pesar de sus destacadísimos méritos, que también le fueron negados en vida, en una sociedad que solo permitía la participación de la mujer en la educación y en obras de caridad, y dispuesta a ser inmisericorde con las damas con pensamiento propio.
Queda para la posteridad su ejemplo de mujer inquieta que siempre anhelaba tener nuevos conocimientos. Una mujer muy culta, incansable, luchadora pero siempre independiente que con esfuerzo se constituyó en una referente de la cultura de Salta y que fue reconocida por escritores latinoamericanos. Y queda para la posteridad la pasión de esta docente y periodista por nuestra historia y, en especial, su empeño en difundir la figura del prócer gaucho don Martín Miguel de Güemes.
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