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Karl Oenike y su viaje a Salta en 1888

Naturalista, artista y, sobre todo, aventurero, recorrió solo alejados parajes de la provincia, sobrevivió plagas de insectos y a una dieta poco equilibrada, y dejó un maravilloso testimonio documental en diarios de viaje, cuadros y fotografías.
Lunes, 04 de noviembre de 2024 01:40

Johann Karl Oenike (1862-1924), tal su nombre completo, fue un extraordinario viajero, naturalista, fotógrafo y pintor paisajista alemán que viajó por América del Sur y la República Argentina a fines del siglo XIX.

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Johann Karl Oenike (1862-1924), tal su nombre completo, fue un extraordinario viajero, naturalista, fotógrafo y pintor paisajista alemán que viajó por América del Sur y la República Argentina a fines del siglo XIX.

En dos oportunidades vino a Salta, entre 1888 y 1889, en largos viajes que duraban muchos meses y se hacían a lomo de animales siguiendo sendas en los cerros, caminos de carretas, caminos reales o el lecho de los ríos. En esos viajes anotó con buen detalle todo lo que sus ojos veían, no solamente la deslumbrante flora que le era ajena y sorprendente, sino también las aves, los animales, el paisaje, las montañas, los ríos y también las gentes y sus costumbres. De todo ello dio fe en sus diarios de viaje que hoy son preciosos documentos para abrevar en la historia de la Salta decimonónica.

Su viaje con Ludwig Brackebusch, geólogo de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, lo hemos relatado en otras oportunidades. Solo baste recordar que partieron de Córdoba en febrero de 1888 y regresaron a esa ciudad en junio, luego de cuatro meses de travesía por las montañas de San Juan, La Rioja, Catamarca y Salta.

Aquella Salta 

Deslumbrado por lo que vio en esa oportunidad decidió encarar un segundo viaje por cuenta propia en octubre de 1888 con destino a Metán y, luego de una estancia de estudio y trabajo, continuar con su baqueano Ramón hasta Salta por Chilcas (haciendas de los alemanes Juan Göttling, Guillermo Augsburg, Schernitz y Gomel a orillas del río Pasaje o Juramento), Palomitas en Cabeza de Buey (y su enigmática laguna donde cazó patos). Siguió por Campo Santo y el ingenio azucarero (donde se encontró con los ingenieros alemanes Enrique Kage y Enrique Gürsching, junto a otros ingleses que trabajaban en el ingenio como Huttig y Scott), el río Mojotoro y el campamento de los ingenieros que trazaban el ferrocarril a Salta (señores Wollenzin y Ransom), Lagunillas desde donde tiene una hermosa vista con las montañas de fondo, hasta alcanzar la ciudad entrando por El Portezuelo.

Dice: "Una vista espectacular; allá abajo un amplio valle rodeado de montañas un poco nevadas, y abajo en el valle el brillo de las iglesias y construcciones blancas de Salta recortándose en el fondo verde". Llegó a la ciudad de Salta para la nochebuena de 1888 y se alojó en el "Hotel Universal". Compartió con amigos alemanes que vivían en Salta como Jorge Boden, Otto Mann, Johannsen, Ronzhagen y Seifert. Se quedó poco más de un mes recorriendo la comarca, tomando fotografías, dibujando y haciendo excursiones a localidades vecinas como San Lorenzo. Sacó hermosas fotografías de la ciudad con vistas desde El Portezuelo y otras desde la Loma de Medeiros pero lamentablemente gran parte de ese material está perdido. Por suerte se pudo recuperar algunos de sus dibujos, acuarelas, pinturas y fotografías que se conservan desde 1936 en el Linden Museum de Stuttgart, Alemania.

Los diarios de viaje se encuentran archivados en el Instituto Ibero-Americano de Berlín (IAI). En su último viaje, Oenike tomó 60 fotografías de las cuales se rescataron únicamente siete. La fotografía de Metán pareciera ser la primera tomada de esa ciudad. El rescate para nuestro país de ese valioso patrimonio documental fue obra de investigadores de la Universidad Nacional de San Martín en Buenos Aires, especialmente el Lic. Roberto Liebenthal (bisnieto de Oenike), junto a los integrantes del Centro de Documentación de la Inmigración de Habla Alemana en la Argentina (Centro DIHA), entre ellos Inés Yujnovsky y Regula Rohland. En el DIHA se puede acceder a los diarios digitales de Oenike.

Para poner en valor el trabajo de Oenike se llevó a cabo en Salta una primera exposición internacional, desde agosto a mediados de octubre de 2024, en el Museo José Evaristo Uriburu. El 16 de octubre la valiosa muestra fue trasladada a la ciudad de Metán por gestión del arquitecto Mario Lazarovich e inaugurada en el Centro Cultural "Federico Gauffin" con la presencia de autoridades de cultura y turismo del municipio.

Un observador meticuloso 

El Lic. Roberto Liebenthal, el Arq. Lazarovich y el suscripto brindaron al público presente un panorama de la vida y obra del sabio y viajero alemán y su rico acervo documental. Entre los ilustres vecinos de la ciudad de Metán que se acercaron a la inauguración de la muestra se encontraba el exintendente Roberto Gramaglia, los profesores e historiadores Eduardo Poma y José E. Poma, junto a otros notables e intelectuales del pueblo.

Oenike describe en su diario y con detalle las penurias de un viaje de bolsillos flacos, propio de los naturalistas viajeros de la época, con privaciones para conseguir comida y bebidas, donde el único lujo era lograr algunas botellas de vino o cervezas alemanas en las postas del camino. La carne fresca se la proveían con escopeta y revólveres cazando aves (loros, palomas, pavas del monte, lechuzas), a lo que agregaban pan, huevos, queso, mondongo, chorizos y algo de carne vacuna que generalmente se les agusanaba y ponía rápidamente maloliente por los calores.

Es muy cuidadoso en los registros meteorológicos, tomando especialmente las temperaturas diarias, lluvias, polvaredas, cielos encapotados y días soleados o nublados. Además, registra con sus aparatos la altura sobre el nivel del mar de las localidades que visita. Su campaña fue entre el 12 de septiembre de 1988 y el 11 de febrero de 1889. Le tocó un año muy lluvioso donde había días que no podía salir de la carpa y la misma se le llenaba de ranas. Sufrió tremendamente por las picaduras de mosquitos, tábanos, avispas, y una mosquita que le dejaba la piel con globitos de sangre.

Los brazos le quedaban morados por esas picaduras de insectos a los que se sumaban las niguas o piques que encarnaban bajo las uñas de personas y animales. Los perros lloraban lastimosamente toda la noche por esas picaduras que les rajaban las patas. La ropa de cama se le llenaba de pulgas, garrapatas y otros ácaros muy molestos. Las picaduras de mosquitos le ocasionaban fiebres intermitentes (chucho) que trataba con ácido bórico, ácido brómico y quinina como únicas medicinas.

Se abastecía de agua de los ríos, entonces limpios y sin contaminación, y también de manantiales de aguas frescas que encontraba a lo largo de los arroyos como en el caso del Río de las Piedras. A veces esas aguas cristalinas y transparentes contaban con peces de hermosos colores que formaban parte de la dieta. Menciona también las veces que se encontraba en los ríos con huellas frescas de pumas u otros felinos.

"Le tocó un año muy lluvioso donde había días que no podía salir de la carpa, que se le llenaba de ranas".

Describe la topografía de algunos ríos encajonados entre paredes de roca con muchos bloques sueltos y cantos rodados que le impedían el paso con los animales y debían continuar a pie. Tenían que cuidar mucho los animales para que no comieran plantas venenosas que son muy comunes en la zona entre ellas el Nio Nio o Romerillo. Los días nublados y sin visibilidad le impedían pintar o fotografiar, al igual que los días lluviosos. Lo mismo cuando se encontraba enfermo y de mal carácter por la situación. Sin embargo, lograba sobreponerse y llevaba adelante su misión sin importarle si era de día, de noche o feriado. Trabajaba en dibujar especialmente la flora y prestaba atención a los grandes árboles (le llamaban la atención los yuchanes o Palo Borracho y los algarrobos), las flores, las enredaderas y las epífitas, los cardones y otras cactáceas con pencas.

Los salteños de entonces

Cuenta la vida de Metán y las haciendas de Concha, Aguadita, Yatasto y Puesto Mendoza. En la Hacienda de Concha se aloja en la casa de su compatriota Federico Stuart que se había hecho amigo de él y de Brackebusch en su viaje anterior y quien le facilita a su mayordomo Klemcke y su baqueano Ramón. Agradece las atenciones por la calidad de las comidas y la buena cama que le permitían descansar de sus andanzas por el monte. Asimismo, por los invitados que llegaban a compartir, tanto alemanes que vivían en la comarca, como un cura jesuita, el Dr. Giebler, que le contaba de la vieja ciudad de Esteco.

En Puesto Mendoza realizó una bella postal de una mujer moliendo maíz en un mortero hecho con un tronco de árbol. Transitó gran parte de su viaje por el viejo camino de Postas o camino real de los españoles, no muy lejos de donde hoy corre la ruta nacional 34. Describe con lujo de destalles una pelea de gallos donde el gauchaje jugaba todo lo que tenía y donde competían hasta 50 gallos de riña. También las borracheras que seguían y que terminaban hasta unos tres muertos por semana.

Un dato de la mayor importancia es que cuando viene desde Buenos Aires a Córdoba se encuentra con el Dr. Fritz Kurtz (1854-1920), sabio de la Academia de Ciencias dedicado a la botánica tanto de especies vivas como fósiles y uno de los descubridores de los primeros insectos fósiles de Argentina en Mendoza. Kurtz fue una autoridad mundial en el campo de la botánica y se hizo famoso internacionalmente por descubrir en América del Sur la flora de Gondwana. La riqueza de nombres propios, datos, dibujos y fotografías que dejó Oenike es un legado imperecedero para la gran historia de Salta.

 

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