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Los presidentes caen, pero Perú continua

Miércoles, 15 de octubre de 2025 02:17
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"Italia crece de noche mientras los gobiernos duermen". Aquel célebre aforismo humorístico empleado por los italianos para definir la situación de su país en la década del 80, en medio de las permanentes crisis ministeriales que derribaban a sus gobiernos, merece aplicarse hoy a Perú, donde la destitución de la presidenta Dina Boluarte y su reemplazo por José Jeri, a cargo de un interinato hasta las elecciones presidenciales de 2026, constituye una expresión emblemática de su accidentada historia contemporánea.

Boluarte había batido todos los récords de impopularidad presidencial. Las últimas encuestas le asignaban una imagen positiva de apenas el 3%. Su flanco más vulnerable era el tema de la inseguridad pública. Según la Policía Nacional, entre enero y septiembre de este año hubo 20.705 denuncias de hechos delictivos, uno cada diecinueve minutos, entre ellos más de 1700 homicidios.

En Perú los presidentes suelen terminar presos o no finalizan su mandato, o ambas cosas a la vez. Alberto Fujimori, padre del "modelo peruano" falleció en 2023 tras haber sido condenado a prisión perpetua y luego de largos años en prisión hasta ser finalmente indultado. Fujimori inauguró una regla no escrita de la política peruana: la presidencia es la antesala del procesamiento penal y en la mayoría de los casos también de la cárcel.

Sin embargo, la economía peruana mantuvo, con pequeñas variantes, el rumbo estratégico aperturista impuesto por Fujimori en la década del 90. Como consecuencia, y a pesar de las frecuentes crisis institucionales, el riesgo país nunca supera los 200 puntos y hoy es uno de los más bajos de América Latina.

Boluarte sustituyó a Pedro Castillo ("El Maestrito"), actualmente preso, un mandatario izquierdista destituido en diciembre de 2022 tras haber intentado infructuosamente disolver al Parlamento que se aprestaba a removerlo. La fragmentación del espectro partidario provoca que ningún presidente cuente con mayoría legislativa. Esta constante convirtió a Perú en una "parlamentocracia": en los últimos diez años el Congreso removió a seis mandatarios y nada indica que Boluarte haya sido la última.

En abierta contraposición, desde hace diecinueve años, lapso en que se sucedieron siete presidentes, el titular del Banco Central sigue siendo Julio Velarde, designado en 2006 por Alan García, quien gobernó durante dos períodos constitucionales (1985-1990 y 2006-2011) y se suicidó en su domicilio en 2019 minutos antes de ser detenido y llevado a prisión.

En ese marco de estabilidad inaugurado por Fujimori prosperó una nueva clase media y un empresariado de origen de indígena, que trasformaron la estructura productiva. Esa nueva burguesía indígena está integrada por decenas de miles de pequeños empresarios provenientes de la economía informal, actores de un "capitalismo andino" cuyo ascenso fue magistralmente descripto por el sociólogo peruano Hernando de Soto en su célebre libro "El otro sendero".

Ese mismo modelo aperturista propició un sólido anclaje internacional de la economía peruana, una de las más abiertas de América Latina. Perú, como Chile, suscribió un tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos en 2009, y otro acuerdo similar con China en 2010. Es también uno de los miembros fundadores de la Alianza del Pacífico, un bloque regional que incluye a Chile, Colombia y México. Desde entonces hubo una oleada de inversiones extranjeras, sobre todo estadounidenses.

La presencia china

Otro factor determinante para el desarrollo peruano fue la irrupción de China. El "Indice China 2022", un estudio sobre 82 países del Doublethink Lab, una organización no gubernamental de Taiwán, afirma que Perú y Sudáfrica son los dos estados del hemisferio occidental que registran mayor influencia del coloso asiático.

Esta tendencia se intensificó con sucesivos gobiernos de distinto signo político. El punto de inflexión ocurrió en 2010, durante el segundo mandato de García, con el tratado de libre comercio, pero el vínculo se profundizó en 2018, bajo el gobierno de Pablo Kuczynski, cuando Perú formalizó su incorporación a la Iniciativa de lde la Franja y de la Ruta, que es para China su principal vía de expansión.

Desde 2011, China es el mayor socio comercial de Perú. Después de Brasil, Perú es el país latinoamericano que recibe mayores inversiones chinas. 200 empresas chinas llevan radicados más de 30.000 millones de dólares. En 2020, China Yangtze Power International pagó 3.700 millones de dólares por la compra de Luz del Sur, la mayor compañía distribuidora de energía eléctrica.

Esa presencia se refleja en las áreas más variadas, inclusive en algunas políticamente preocupantes para Estados Unidos, como en las comunicaciones con el desarrollo de la tecnología 5G, donde la compañía china Huawei lleva la delantera sobre sus competidoras.

La compañía marítima china Cosco Shipping construyó el megapuerto de Chancay, el mayor proyecto de infraestructura financiado por Beijing en América Latina, destinado a transformarse en el eje más importante para el intercambio entre América del Sur y Asia. Su realización demandó la demolición de un cerro y la excavación de un túnel de dos kilómetros de profundidad. El proyecto pretende complementarse con una línea ferroviaria que posibilitará la conexión con Brasil.

Este monumental complejo portuario tiene inequívocas implicancias geopolíticas. El objetivo de su instalación es establecer un punto de ingreso para gigantescos buques de última generación que descargarán mercaderías que serán transportadas luego, en navíos de menor calado, hacia los puertos de Chile, Ecuador y Colombia.

Historia y política

El "Índice China 2022" consigna asimismo la presencia de la agencia estatal Xinhua en los medios de comunicación peruanos, las visitas de periodistas a China para recibir cursos de capacitación, los acuerdos entre las universidades peruanas y empresas chinas de primer nivel, entre ellas Huawei, Alibaba o Tencent, y la intensa actividad del Instituto Confucio, que promueve la lengua y la cultura del país oriental.

Esta influencia china tiene profundas raíces históricas. Desde la abolición de la esclavitud, decidida en 1854 por el presidente Ramón Castilla, Perú recibió una importante oleada de inmigrantes chinos, contratados en empleos de baja calificación para reemplazar a la mano de obra esclava en el desarrollo de grandes obras de infraestructura. Con el tiempo, ese alud inmigratorio se mezcló con la población aborigen y originó un inédito mestizaje étnico que se advierte en la adopción de algunas costumbres y en cierta tradición gastronómica.

Esa fusión étnica potenció la credibilidad de la tesis del navegante e historiador británico Gavin Menzies que en su libro "1421: el año en que China descubrió el mundo" narra las peripecias de una gigantesca flota china, encabezada por el almirante Zehjn Ze, que habría dado la vuelta al mundo y visitado las costas peruanas un siglo antes de la llegada de los conquistadores españoles. Menzies intenta probar su teoría con los testimonios de arqueólogos y botánicos que dicen haber encontrado vestigios de esa presencia. No es casual que Fujimori, un peruano de origen japonés, haya sido conocido popularmente como "El Chino".

En la década del '70 dentro del Movimiento de Países No Alineados solía distinguirse entre el "tercerismo confrontativo", encarnado por la China de Mao Ze Dong, que buscaba ubicarse igualmente alejada de Estados Unidos y la Unión Soviética, y el "tercerismo cooperativo", representado por la Yugoeslavia presidida por el mariscal Tito y la India de Jawaharkal Nehru, que pretendía situarse igualmente cerca de ambas superpotencias. Perú es un claro ejemplo de esa segunda visión del "no alineamiento": su acercamiento con China no redujo su cooperación con Estados Unidos.

El "milagro peruano" reside en una estrategia de inserción internacional que le permitió construir un sistema económico capaz de sobrevivir a su congénita debilidad política. Esto posibilitó que la mañana siguiente de la caída de Boluarte y la asunción de Jeri la economía peruana haya seguido transitando con casi absoluta normalidad mientras que Velarde, desde su oficina del Banco Central, haya podido observar impasible otro cambio de mando.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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