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En el culto católico, el papa Pío XI designó el día 11 de octubre como el Día de la Madre, por la Divina Maternidad de María, recordando el Concilio de Éfeso. Esta celebración, tan cara para los católicos porque recuerda a la Virgen María como la Madre de Jesús, es muy cálida y representa un día de alegría cristiana.
Oficialmente, en Argentina, por disposición del entonces presidente José Félix de Uriburu, se estableció el tercer domingo de octubre como el Día de la Madre. Es un homenaje y un reconocimiento que no distingue entre la madre biológica, la madre adoptiva, la madre del corazón o la madre por vocación. Es la madre.
La madre nos toca a todos el corazón, a los que la tienen y a los que ya la perdieron. Es entrañable; recordamos los buenos momentos y minimizamos los malos recuerdos. Porque la vida es así: tratamos de conservar lo bueno.
¿Quiénes son las buenas madres? A través del tiempo cambió la idea de este concepto. Originariamente, era la que amamantaba, la que estaba permanentemente con los niños, la que los arrullaba, los alegraba y los contenía. También era la que los reñía cuando hacían algo que consideraba estaba mal. Era la madre presente, la que estaba en la casa al cuidado de la familia, la que cocinaba, lavaba, ayudaba en los deberes de la escuela y consolaba cuando el niño estaba triste.
Luego el concepto fue cambiando, pues las madres tuvieron que salir a trabajar para completar el dinero ganado por el padre para la manutención del hogar. Además, claro, de las madres solteras que siempre trabajaron para mantener a sus hijos, o las madres abandonadas por los padres.
La madre fue siempre madre, más allá de si estaba legalmente casada, juntada o si simplemente fue madre soltera. Fueron las que se ocuparon de los hijos, las que se alegraron por los triunfos de sus hijos y las que salieron a luchar para defenderlos en sus derechos. Lucharon por sus vidas y arriesgaron la suya para reclamar justicia frente a los atropellos.
Están también las madres del corazón, aquellas que no parieron, pero criaron a un niño o niña con amor.
La cuestión es que a todos nos alegra tener o haber tenido una madre. Nos trae buenos recuerdos, nos lleva a la niñez. Claro que ahora, que los hijos se quedan en la casa de la madre más allá de los 30 años, sigue siendo la madre la que los atiende.
Creo que tenemos que agasajarlas, recordarlas, homenajearlas y, sobre todo, hacerles más fácil la vida. Yo recuerdo a mi madre, y seguramente todos recuerdan a las suyas. También tengo hijas que son madres, y sería bueno agasajarlas a ellas, que son trabajadoras y a la vez cuidadoras de sus hijos.
Es importante juntarse a comer con ellas, pero recordarlas todo el año.
Esto es muy importante: las madres muy mayores quizás crecimos con otros valores, con otras ideas. Pero entendemos y comprendemos: no somos desechables. Hay que ayudarlas a entender las nuevas ideas, la nueva tecnología, porque tenemos ansias de aprender, para poder comunicarnos y participar activamente en el desarrollo de la nueva sociedad.
Las nuevas generaciones tienen otras vivencias, otras necesidades, pero hay una parte de la vida que es el hogar, la comprensión de una madre que siempre está y estará disponible. Por todo eso es que digo, desde el alma: íFeliz Día de la Madre!