¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
11°
11 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Tsunami, la dinámica poderosa e impredecible de la naturaleza

Lunes, 11 de agosto de 2025 01:44
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El 29 de julio de 2025 un terremoto de grado 8.8 se registró en la lejana Kamchatka. Esas son magnitudes enormes que sólo se generan en zonas de subducción oceánica como las costas de Chile o Japón que registran los sismos más potentes de la historia y que superan los 9 puntos. Cuando se rompen las losas oceánicas se descompensan las aguas y el mar vomita su violencia sobre el continente. Es como si una piedra cayera en un estanque y rebalsara sus aguas. Cuanto más grande es la piedra, mayor será el efecto.

Precisamente otra de las fuentes de tsunamis fue la caída de asteroides como el que acabó con los dinosaurios. La explosión de islas volcánicas y el colapso de laderas submarinas son otros de los disparadores de tsunamis.

"Olas devastadoras"

Las pesquisas geológicas han descubierto evidencias de tsunamis y mega-tsunamis a lo largo y ancho del planeta. Tsunami es una palabra japonesa derivada del puerto nipón de Tsu y viene a significar "ola de puerto"; lo cual haría referencia a que esas instalaciones son las primeras y las más afectadas por esa clase de fenómeno. Sin embargo, la mejor calificación para los tsunamis es el de "olas asesinas", por los resultados de muerte y destrucción que dejan a su paso.

La conexión entre terremotos y tsunamis fue advertida por el historiador griego Tucídides en el año 426 antes de Cristo. La antigua Grecia fue muchas veces golpeada por terremotos y tsunamis de los cuales tuve oportunidad de observar registros en las costas de Anatolia en Turquía.

En tiempos modernos han tenido lugar numerosos tsunamis que no tienen ni punto de comparación con algunos registros del pasado geológico. Tal vez el caso más conocido sea el terremoto que destruyó Lisboa en 1755 y que tuvo dos fases: la primera una sacudida seca a media mañana que derrumbó las iglesias arriba de sus fieles (era el 1 de noviembre, día de Todos los Santos), seguida más tarde por una ola de 15 m de altura que entró un kilómetro tierra adentro. El cuadro final fue devastación y casi 70.000 muertos.

Que se hayan muerto allí los "buenos" (que estaban en misa) y se hayan salvado los "malos", llevó a una serie de disquisiciones filosóficas por parte del pensador francés Voltaire.

Las catástrofes y la fe

La iglesia hizo recurrente el atribuir castigos divinos a causas naturales. Vaya como ejemplo la destrucción de Esteco en 1692 justo el mismo año en que se destruyó Port Royal en Jamaica por un sismo seguido de tsunami. En ambos casos fue atribuido a herejes y pecadores.

En septiembre de 1992, la costa de Nicaragua sobre el Pacífico fue barrida por tsunamis. Estas olas anormales, se produjeron por un terremoto de grado 7 en el piso oceánico, que dio como resultado el empuje de la columna de agua sobre el litoral nicaragüense. Pero no solamente los terremotos son responsables de los tsunamis ya que además pueden formarse por avalanchas submarinas y erupciones volcánicas. La actividad volcánica puede producir trenes de olas con gran poder destructivo.

El caso más famoso es el de la isla de Krakatoa, en el archipiélago malayo. El 26 de agosto de 1883 una formidable explosión convirtió la isla en astillas, generando un tsunami de 35 metros de altura que golpeó ferozmente las costas de Java y Sumatra con un saldo de 36.000 muertos. La ola dio vuelta al mundo y fue percibida claramente en la costa chilena.

Olas de varias decenas de metros han sido comunes. Sin embargo, hasta la fecha la mayor ola formada por un tsunami fue la del 9 de julio de 1958 en la Bahía Lituya de Alaska que alcanzó 520 m de altura.

La catástrofe de Sumatra

El tsunami catastrófico más mortífero de la historia reciente fue el de la costa oeste de Sumatra septentrional, que continuó en las islas Andaman-Nicobar, y ocurrió el domingo 26 de diciembre de 2004, a las 00: 58 horas, con una magnitud 9 en la escala de Richter. Sus efectos fueron desastrosos con cerca de 300.000 muertos. El sismo se debió al movimiento de las placas tectónicas de la India contra la placa de Burma y muy cerca de un punto triple donde éstas convergen con la placa australiana. El seguimiento de los sismos demostró que hubo movimientos tectónicos submarinos a lo largo de 1.000 kilómetros. La losa oceánica se quebró violentamente en la zona de subducción generando ese evento catastrófico.

Registros de esa magnitud se dieron en Alaska (1957, 1964), Kamchatka (1962) y el famoso de Chile de magnitud 9.5 en 1960. La energía liberada en sismos de escala 9 significa el equivalente a la explosión instantánea de varias decenas de millones de toneladas de dinamita.

Es interesante mencionar que, en mar abierto, los tsunamis pueden alcanzar velocidades de hasta 800 km por hora, la velocidad que alcanza normalmente un avión de línea. Otro dato importante es que los tsunamis son en realidad

trenes de ondas, es decir una serie de diez o más olas grandes espaciadas de cinco a noventa minutos. En el interior de Estados Unidos se encontraron evidencias de mega-oleaje fósil sincrónico con la caída del asteroide de Yucatán 66 millones de años atrás.

Dicho oleaje se observa por medios geofísicos en capas profundas y las mega-óndulas están separadas por 1 km de distancia y las crestas alcanzan los 16 m de altura. Los tsunamis que el hombre ha vivido en los últimos siglos, a pesar de impresionarnos por su poder y magnitud, quedan empequeñecidos cuando se los compara con algunos otros preservados en el registro geológico. Restos atribuidos a olas catastróficas que han barrido las playas oceánicas del pasado son comunes, aunque la causa de su origen no siempre es clara.

Son los "Mega-Tsunamis" y mencionamos por caso el ocurrido unos 300 mil años atrás en la costa de Coquimbo (Chile). Este evento geológico fue descrito en 1991 por el científico francés Roland Paskoff. Se trata de grandes bloques que fueron arrastrados y amontonados por olas poderosas y dada la sismicidad de la región se atribuyen a un terremoto de gran intensidad.

Uno de los tsunamis vividos y descritos en la costa chilena (entonces peruana) ocurrió el 8 de agosto de 18.8 y fue descrito por el oficial L.G. Billings de la marina norteamericana que estuvo a bordo del Fredonia. Un terremoto seguido de un tsunami borró completamente la ciudad de Arica matando a más de 10 mil habitantes con olas de 15 m de altura que llevaron las embarcaciones a más de 4 km de la costa y las dejó abandonadas en medio del desierto. La descripción de Billings se conserva como una de las mejores páginas de literatura de estos eventos geológicos.

El tsunami del 27 de febrero de 2010 que golpeó la costa chilena por un sismo de 8.8 también quedó grabado en la reciente memoria colectiva. Más aún porque ese mismo día y de forma casual se produjo un sismo en el Valle de Lerma que golpeó la ciudad de Salta.

El sismo de Japón, del 11 de marzo de 2011, con un impresionante terremoto de 9.1 y un tsunami con olas entre 7 y 10 m de altura barrieron la costa de ese país y fueron filmadas por miles de cámaras que distribuyeron los canales de televisión mundiales. Las pérdidas directas fueron de 100 mil millones de dólares y las indirectas quintuplicaron esa cifra. En Chile las pérdidas alcanzaron los 30 mil millones de dólares.

Las fuerzas de la naturaleza

Allí nos damos cuenta de la importancia de estos fenómenos naturales y de los costos asociados. La otra fuente de generación de mega-tsunamis en el pasado geológico se relaciona con la caída de asteroides. Como se sabe la tierra recibe el impacto de alrededor de un millón de meteoritos por año. La mayoría de ellos se incendian en la atmósfera y solo unos pocos, bastante disminuidos en tamaño, pasan el escudo protector. De ellos, por una razón lógica de distribución de tierras y mares, la mayor parte caen en el océano sin producir daños y sin ser registrados. Sin embargo, cada tanto algún meteorito choca el planeta con cierta intensidad y de ello sobran ejemplos (Arizona, Siberia, Chaco santiagueño, etcétera).

Pero hay casos de catástrofes que cambiaron la historia biológica del planeta en repetidas oportunidades como ocurrió a fines de la era mesozoica con la extinción de los dinosaurios. La caída de un asteroide de unos 10 km de diámetro, más grande que el Everest, produjo un terremoto de magnitud 11 y generó una pared kilométrica de agua oceánica que barrió los continentes y acabó con los dinosaurios y otros reptiles marinos y voladores hace 66 millones de años. Fue el "Holocausto Cretácico" que dio fin a la era mesozoica y su paso a la era cenozoica con el dominio de los mamíferos. Muchos de estos temas fueron tratados en mi libro: Alonso, R. N., 2016. Los Desastres Naturales: Geológicos, Climáticos, Cósmicos. Prólogo del Dr. Douglas Burbank. Mundo Gráfico, 170 p., Salta.

Los sismos son por naturaleza impredecibles en el "cuando" van a ocurrir. Tenemos un seguimiento planetario de "donde" pueden producirse los sismos gracias al estudio fino de la tectónica de placas. Los tsunamis pueden tener consecuencias catastróficas en las regiones costeras del globo. Los registros modernos palidecen cuando se los compara con los grandes eventos del pasado.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD