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9 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
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Chicoana: fragmentos de meteoritos les destrozaron los parabrisas en plena ruta

Un grupo de estudiantes y docentes de geología de la UNSa vivió un episodio tan insólito como fascinante: una lluvia de micrometeoritos cayó sobre sus vehículos en la ruta 33, rompiendo los parabrisas y dejando boquiabiertos a todos.
Martes, 09 de septiembre de 2025 10:55

La mañana del sábado se presentaba tranquila. El cielo, impecable, azul limpio sin una sola nube, acompañaba el viaje de un grupo de estudiantes y docentes de geología de la Universidad Nacional de Salta, que participaban de una salida de campo en la Quebrada de Escoipe, en Chicoana. Pero lo que ocurrió a las 9.30 de ese día difícilmente se les borre de la memoria, una repentina lluvia de diminutas partículas cayó sobre sus vehículos y destrozó los parabrisas.

En un primer momento, todos pensaron en una pedrada. La Renault Duster conducida por Federico Walter San Juan fue la más afectada. El parabrisas quedó astillado en cuestión de segundos. Pero la sorpresa llegó después, lo que había impactado no eran piedras sueltas de la banquina ni restos arrastrados por el viento. Tras analizar el material, descubrieron que se trataba de micrometeoritos, fragmentos de polvo cósmico que viajan millones de kilómetros antes de tocar la Tierra, y los parabrisas de los “afortunados” salteños.

“Es algo cotidiano que caigan partículas del espacio sobre la superficie del planeta. Lo que es extraordinario es poder ser testigos de un evento así”, explicó a El Tribuno el doctor en geología Ricardo Alonso, quien confirmó que este es el primer caso de este tipo documentado en Salta.

Lo extraordinario de lo cotidiano

Que los objetos caigan desde el espacio no es raro. Algunos se desintegran como estrellas fugaces, otros llegan enteros y generan cráteres, y los más pequeños se convierten en micrometeoritos que se mezclan con la lluvia. Se calcula que miles de toneladas de polvo interplanetario caen cada año sobre nuestro planeta.

Pero la diferencia está en poder presenciarlo. Y ese es el valor del episodio en Chicoana, ya que no solo los estudiantes y docentes vieron con sus propios ojos cómo los fragmentos impactaban en sus vehículos, sino que además, gracias a su formación, supieron que estaban ante un hecho singular. “En mi camioneta sentimos el impacto del lado del conductor. Cuando paramos poco más adelante comenté la situación con el otro vehículo que iba mucho más adelante, en el que viajaba Ricardo Alonso, quien también sintió un impacto similar y su parabrisas también resultó agrietado”, señaló Walter San Juan, un joven guía de turismo y apasionado de los fenómenos geológicos.

Los especialitas consultados por Ricardo Alonso, opinaron: “Se parece al caso del automóvil de Peekskill en USA, donde un meteorito de varios kilos aplastó la parte trasera. El vehículo es hoy único y una pieza de colección”. Otro, aconsejó: “Hay que extraer los restos de los micrometeoritos que pudieran haber quedado incrustado en el vidrio para analizarlo con más profundidad”.

Una lluvia del espacio

El relato de los protagonistas combina asombro y cierto desconcierto. “Fue todo muy rápido, como si nos tiraran una ráfaga de piedritas invisibles”, contaron los estudiantes. No había camiones cerca ni otros vehículos, no había árboles que pudieran soltar ramas ni rastro de desprendimientos de cerros. Simplemente, el cielo claro y el ruido seco del vidrio cediendo bajo un impacto que venía de arriba.

El episodio ocurrió en una zona de Chicoana que ya tiene un historial de fenómenos extraños. Años atrás, los trigales cercanos a la ruta de acceso al pueblo fueron escenario de los famosos agroglifos, dibujos geométricos que despertaron teorías de todo tipo, desde fenómenos naturales hasta visitantes extraterrestres.

Ahora, el lugar vuelve a ser noticia, pero con una explicación científica mucho más clara, el ingreso a la atmósfera de partículas cósmicas.

Antecedentes en Salta

Aunque sorprendente, no es la primera vez que la provincia experimenta una “visita” desde el espacio. El 17 de agosto de 1995, una lluvia meteórica alcanzó al noroeste argentino. En Incamayo, la familia Lazarte vivió una experiencia digna de película, un fragmento del tamaño de una pelota cayó a solo 150 metros de su casa, dejando un cráter del que salió polvo durante varios días.

La onda expansiva fue tan fuerte que tiró a los integrantes de la familia de sus camas en plena madrugada. Los perros se escondieron bajo la cama, los caballos aparecieron cinco kilómetros más lejos, en plena quebrada, y el miedo se apoderó de la comunidad. Muchos lo compararon con la explosión de una bomba.

Polvo estelar en los parabrisas

Cada día, sin que lo notemos, sobre la Tierra llueven decenas de toneladas de polvo meteorítico. La mayor parte termina en los océanos, pero otra se acumula en rincones insólitos, incluso en el cabello humano.

“Estas partículas microscópicas pueden venir de asteroides, de la Luna o incluso de Marte. En Buenos Aires, el investigador argentino Maximiliano Rocca, becado por The Planetary Society, lleva décadas recolectando agua de lluvia para filtrar micrometeoritos con simples imanes. En 1986, durante el paso del cometa Halley, identificó una gran cantidad de esférulas magnéticas vinculadas a las Orionidas, una lluvia de meteoros”, recordó Ricardo Alonso.

Mientras en la Tierra la erosión borra las huellas del tiempo, en la Luna el polvo cósmico se acumula intacto. La famosa huella de Neil Armstrong, todavía visible, está mezclada con millones de años de micrometeoritos que jamás se movieron de lugar.

Ciencia en primera persona

Micrometoritos caídos sobre una aldea de Uganda

Más allá del susto y de los daños materiales, el grupo de geología se llevó una experiencia educativa irrepetible. “No es lo mismo leer en un libro que cada día caen partículas del espacio que ver cómo una de ellas rompe tu parabrisas”, resumió uno de los docentes.

Este tipo de hallazgos, además de su valor científico, son una puerta para la curiosidad. Con métodos simples, cualquiera puede recolectar micrometeoritos y observarlos al microscopio, recordando que esos diminutos granos viajaron miles de kilómetros antes de posarse en un techo, en una plaza o incluso en la ropa de alguien.

Lo ocurrido en Chicoana ya quedó registrado como un episodio único en la historia científica de Salta. Un relato que mezcla la sorpresa de lo inesperado con la certeza de que, aunque vivamos de espaldas al cielo, el universo nunca deja de hacernos sentir su presencia.

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