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Patagonia, abandonada y envuelta en llamas

Jueves, 28 de abril de 2022 00:00

Inglaterra, desde sus orígenes, tuvo una conducta imperial. Potenció, en primer lugar, el conocimiento, afianzado en su potencial científico. Esa ventaja le permitió a la Corona disponer de amplia información para la diagramación y ejecución de sus planes. Así fomento su poderío naval, convirtiéndose desde la isla en una potencia comercial y naval moderna, aunque su apego a la ley no le impidió heredar las prácticas de fenicios y vikingos.

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Inglaterra, desde sus orígenes, tuvo una conducta imperial. Potenció, en primer lugar, el conocimiento, afianzado en su potencial científico. Esa ventaja le permitió a la Corona disponer de amplia información para la diagramación y ejecución de sus planes. Así fomento su poderío naval, convirtiéndose desde la isla en una potencia comercial y naval moderna, aunque su apego a la ley no le impidió heredar las prácticas de fenicios y vikingos.

Los piratas aventureros del mar existieron desde el comiezo de la navegación.

La piratería, con "patente de corso", fue la especialidad de la corona británica. Fueron corsarios Sir Francis Drake, Walter Raleigh o Henry Morgan.

La Patagonia les interesó desde el principio. En el siglo XVIII un espía inglés relevó minuciosamente la geografía del cono sur americano. Tres siglos más tarde, esa región está en llamas. Una organización "autopercibida" mapuche, con base operativa en Liverpool, intenta apropiarse de los mejores espacios de nuestro territorio austral y tiene como objetivo restablecer el Wallmapu, hipotético territorio mapuche que se extiende entre el río Limarí y el archipiélago de Chiloé hasta la Bahía de Samborombón y la Patagonia argentina. Una pretensión comparable a la que esgrimía el grupo terrorista ISIS para construir el califato o Estado islámico en Medio Oriente y el Mediterráneo.

Aquel espía inglés era Thomas Falkner, nacido en 1706. Calvinista, médico, y comisionado real al Río de la Plata para el "estudio de plantas medicinales". Su verdadero propósito era investigar la geografía económica del continente sudamericano. En Buenos Aires se hizo jesuita. En 1767 lo desterraron cuando Carlos III expulsó a la orden. En 1774 publica su obra "Descripción de la Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur". Era esa obra un mapa que actualizaba la geografía sudamericana, aconsejando sobre las ventajas de ocupar esas regiones. Esta publicación impulsó a la Corona Española a fundar en 1779 el Fuerte de Carmen de Patagones. En 1778 publica su libro "Acerca de la Patagonia".

El ensayista y académico Elías Giménez Vega sostenía en "Neocolonialismo en Argentina" (1971): "Falkner abrió el suelo argentino a los británicos en la misma medida que lo cerró para los nativos".

El expresidente Arturo Frondizi, en "Breve historia de un yanqui que proyectó industrializar la Patagonia", refiere: "La corte española formuló instrucciones el 8 de julio de 1778 para el establecimiento de fuertes y poblaciones desde el Río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes". "España se alarmó hondamente al conocer los estudios y las exploraciones de Thomas Falkner y de su sugerencia de que Gran Bretaña ocupase la Patagonia, porque, de ocurrir esto, España viviría en permanente turbación por la amenaza que esto significaba para el Virreinato del Río de la Plata"

La Corona española, para contrarrestar la presencia inglesa, inició exploraciones y realizó asentamientos militares en la Patagonia, que estuvieron a cargo principalmente de don Francisco de Viedma. Con tales acciones el peligro británico se menguó y la Patagonia quedó bajo el dominio absoluto de los autóctonos. En 1778 el virrey Vertiz celebró un tratado escrito y traducido a las distintas lenguas con los caciques de la Patagonia, estableciéndose que después del río Salado al sur comenzaba el imperio de tehuelches, pampas, puelches, ranqueles, araucanos, onas, que se hallaban integrados a España, y cuyo deber consistía en custodiar permanentemente las costas del Virreinato del Río de la Plata hasta el sur para que no desembarcasen los ingleses. Esta disposición del tratado fue decisiva durante las tentativas de conquista inglesa de 1806 y 1807. El control que los caciques realizaron en toda la costa del Río de la Plata y tierras del sur hizo imposible un desembarco en tales zonas. Después de la reconquista de Buenos Aires el 12 de agosto de 1806, quince caciques patagónicos se hicieron presentes en el Cabildo, donde fueron homenajeados por su acción decidida para impedir un desembarco mayor de los ingleses y por su participación en las acciones bélicas.

Las poblaciones autóctonas patagónicas reconocían como gobierno a la Corona Española. No había ninguna antinomia entre los blancos y autóctonos durante cuatro siglos de convivencia pacífica y colaborativa en esta parte del mundo. Todos formaban una sola nacionalidad. Sobre esta cuestión Alexander Von Humboldt (ingeniero alemán y estudioso de la sociedad que conformaba la América española), en su libro "Ensayo político sobre el reino de la Nueva España", nos dice: "No he visto en el mundo mayor alegría y felicidad de vida que en las Provincias Españolas en América. Es un canto a la vida, es una esperanza de felicidad, es el lugar donde viven las personas más felices del planeta". En igual sentido y más vehemencia también se expresó don Félix de Azara.

Luego de las guerras de la independencia las cosas cambiaron. Después de 1810 no hubo actos de gobierno para la asimilación de los argentinos autóctonos y su incorporación a la vida nacional. El juicio histórico a la denominada "conquista del desierto", bélica, deberá deslindar las atrocidades que nos mutilaron como país integral.

Intentos de integración

Como hito de integración patagónica bien se puede hacer referencia al Dr. Ezequiel Ramos Mexia, quien fuera ministro de Obras Públicas de los presidentes Dr. José Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña.

Ramos Mexía concibió un proyecto que fue un gran desafío y una decisión: la integración de la Patagonia con el resto del país y su transformación en un gran centro de intensa actividad económica industrial. Inició sus acciones realizando cateos para obtener agua potable, líquido esencial para la combustión del vapor que traccionaría las locomotoras de su proyecto ferroviario. “Ramos Mexía veía el riel como factor coadyuvante de la producción nacional para el mercado interno y no una mera arteria sirviente de la exportación de materias primas” (Arturo Frondizi, Petróleo y Política).

La figura de Ezequiel Ramos Mexia, ministro de Obras Públicas de dos presidentes, se agiganta la tarea de fijar objetivos claros de desarrollo patagónico en los inicios de los años 1900. De las innumerables acciones realizadas, en el presente me referiré a la indispensable contratación de un sabio de la época. Ramos Mexia recurrió a la contratación del geólogo de EEUU Bailey Willis, ingeniero civil y en minas y doctor en Geología, había planificado toda la actividad minera e industrial en los EEUU para la conquista “industrial” del oeste norteamericano.

Willis y Ramos Mexia previeron que todas las construcciones de la colosal obra proyectada se harían con recursos del Estado, sin otorgamiento de concesiones a ninguna empresa particular. Se proyectaron los ferrocarriles transcordilleranos en unión de los dos océanos, y estructurales de norte a sur. Se centró en la construcción de una gran ciudad industrial que debía convertirse en foco e imán para todas las futuras actividades industriales en el sur, integrada a ciudades satélites en gran parte del territorio patagónico unidas con corredores de transporte y energía que las vincularía. Ello como contrapeso al intento de creación de una república galesa con el carácter de protectorado británico que estaba en danza en la zona de Chubut. 

El plan preveía la construcción de la Universidad Industrial y de Bellas Artes.
Una aplastante burocracia impidió el avance de tales proyectos, ocasionando el desplazamiento de Ramos Mexia, el despido de Willis y el desmantelamiento de todo el equipo de profesionales, ingenieros, técnicos dedicados a estos proyectos.

Se constató, una vez más, el peso de la sentencia del Foreing Office en 1825: “La América española es libre, de ahora en más Gran Bretaña será el taller del mundo y los países que surjan, su granja. Proveedora de materias primas y tributaria de empréstitos.”

El último intento 

En la tercera presidencia del General Perón se intentó avanzar en los proyectos patagónicos. Se volvieron a estudiar los antecedentes existentes, priorizándose especialmente los ferrocarriles transandinos, transpatagónico y puerto de aguas profundas. 
Relevaron los factores humanos para esta empresa, ocupando todo lo que estaba en el país, como ya previó Willlis años atrás, técnicos, trabajadores maquinarias, aceros, hierro, cemento. No se preveía ninguna contratación o licitación extranjera.
En el último acto de la política “pendular” argentina: de elecciones a golpes de Estado, sucumbieron estos proyectos en casi su inicio. 

Desde 1976 todos los gobiernos sepultaron cualquier intento de desarrollo patagónico. 

Hoy el caos imperante en toda la zona nos conduce precipitadamente a un fraccionamiento geográfico accionado un indigenismo hipócrita y criminal.

 

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