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En Rosario de Lerma, el problema de los microbasurales parece haberse convertido en una enfermedad social que no cede. A pesar de los esfuerzos permanentes del municipio, con cuadrillas de personal municipal de limpieza, controles diarios y un servicio adicional al de la recolección domiciliaria, la inconsciencia de muchos vecinos y comerciantes vuelve a instalar la misma postal de siempre: montañas de basura en accesos, baldíos y zonas rurales.
A principios de año se habían contabilizado más de 200 focos en la periferia de la ciudad. Nuevamente, dos grandes basurales clandestinos fueron detectados en los ingresos de la calle Hipólito Yrigoyen y en la calle Santiago de Chile. El nivel de suciedad fue tal que para limpiarlos se necesitaron "cinco camiones recolectores cargados a tope".
El responsable de Servicios Públicos, Miguel Albiol, explicó a El Tribuno la magnitud del problema y además manifestó su indignación, porque los trabajadores municipales todos los días deben enfrentar riesgos por la falta de responsabilidad de algunos vecinos inconscientes: "Levantamos en las proximidades de un camino contiguo a la ruta 36, alrededor de 20 metros cúbicos de basura, dos camionadas y media más o menos. Al otro día volvimos a pasar porque teníamos máquinas trabajando cerca y había basura otra vez. Y no estamos hablando de un vecino común y corriente que tira una bolsa. Acá encontramos cajas de mercadería, embalajes y hasta bolsas completas de residuos domiciliarios. Es evidente que hay comerciantes que están trayendo su basura, incluso la de su casa. Es una falta de respeto".
"La Municipalidad no puede sola. No nos lleven al extremo de tener que multar. No queremos vernos obligados, pero si esto sigue, las multas van a ser severas", fue la advertencia del funcionario Miguel Albiol.
Albiol fue más allá y apuntó también contra el riesgo sanitario al que quedan expuestos los operarios de limpieza por la manera en que los residuos son desechados. "Un chico nuestro se cortó la mano. Tenemos operarios que se lastiman con chapas, con vidrios y con agujas. Usamos guantes anticorte, pero esos guantes no sirven contra el impacto directo de una jeringa. Entonces, ¿qué pasa? El trabajador se pincha y tiene que ir al médico, tiene que recibir atención, porque nadie sabe qué contenía esa aguja. Y no es solo la curación, es el miedo, la incertidumbre. Ese recolector lastimado es un padre de familia, puede ser el hijo de alguien, el hermano de alguien. El vecino debería ponerse en su lugar y tener un mínimo de empatía".
El funcionario insistió en que "el municipio se hace cargo de la ART, de los seguros, de los tratamientos médicos" y de los costos que generan estas lesiones, pero subrayó que con un poco de conciencia ciudadana podrían evitarse.
Además, Albiol brindó recomendaciones sobre cómo descartar residuos peligrosos en los hogares: "Si hay agujas, métanlas en una botella de plástico, de gaseosa, ciérrenla y llévenla al hospital, porque el Ministerio de Salud tiene contratado personal especializado para retirar esos residuos patológicos. Si no pueden, al menos dejen la botella cerrada en la bolsa, pero nunca suelta. Con el vidrio, lo mismo: pónganlo en una caja, envuélvanlo en diario o en pasto, y rotúlenlo. Que diga 'vidrio'. No cuesta nada y evitamos que el chico que levanta la basura se corte. Con chapas y metales igual: envuélvanlos, tengan un poco de consideración".
La situación, sin embargo, se repite día tras día. "Es molesto ser tan reiterativo, tan repetitivo, pero ayer limpiamos, y hoy a la mañana ya había basura de nuevo. Esto es basura de comerciantes, porque son cajas, son residuos de negocios. Lo peor es que tenemos más o menos información de quién puede ser. Vamos a tomar cartas en el asunto. Si no hay conciencia, vamos a tener que aplicar multas severas", advirtió Albiol.
Los focos detectados en Hipólito Yrigoyen y Santiago de Chile no fueron casos menores. Según datos oficiales, el segundo de ellos fue aún más grande, con más de 33 metros cúbicos de residuos levantados, la mayoría provenientes de carnicerías y pollerías. "El olor era nauseabundo, insoportable. El personal pone todo el empeño, pero es bastante asqueroso trabajar en esas condiciones, con vecinos tan roñosos", disparó Albiol sin rodeos.
Pese al enojo, el funcionario recalcó que el municipio mantiene un servicio constante de recolección y que se ofrecen alternativas para desechar todo tipo de residuos. "Tenemos un cronograma que se promociona en las redes sociales, tenemos la planta de transferencia abierta de 7 de la mañana a 19 horas, con personal que indica dónde dejar escombros, chapas, restos voluminosos. El servicio está. Lo que falta es responsabilidad de los vecinos y comerciantes. La Municipalidad no puede sola. No nos lleven al extremo de tener que multar. No queremos vernos obligados, pero si esto sigue, las multas van a ser severas".