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Filipinas, el regreso triunfal de una dinastía autoritaria

Martes, 31 de mayo de 2022 02:10
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Filipinas, un archipiélago del continente asiático con 110 millones de habitantes cuya relevancia geopolítica lo coloca en el cruce de intereses estratégicos de Estados Unidos y China, protagoniza un acontecimiento inédito: Bongbong Marcos, hijo de Ferdinando Marcos, un legendario mandatario que gobernó con mano de hierro desde 1965 hasta su derrocamiento en 1986 y falleció en el exilio en Hawái en 1989, ganó abrumadoramente las elecciones presidenciales. El regreso al poder de la dinastía Marcos supone la reivindicación de un legado con un perfil dictatorial altamente cuestionado durante décadas. Bongbong asume el modelo "autoritarismo constitucional" proclamado por su padre.

En Filipinas la geografía impone su sello a la política. La intrincada fisonomía del archipiélago conspira contra su gobernabilidad. Si Charles De Gaulle preguntaba en Francia "¿cómo creen ustedes que se puede gobernar un país con 246 variedades de queso?", Marcos bien podría decir lo mismo de un archipiélago configurado por 7.146 islas de muy distinto tamaño. Esta peculiaridad explica la historia de Hiro Onoda, aquel famoso combatiente japonés que permaneció escondido durante veintinueve años en alguna de esas pequeñas islas sin haberse enterado del fin de la segunda guerra mundial.

Esa singular impronta geográfica permite entender que en rincones del archipiélago sobreviva el Nuevo Ejército de Pueblo (NEP), una guerrilla comunista de inspiración "maoísta" surgida en la década del 60 que nunca fue definitivamente aplastada, o que el Frente Moro de Liberación Islámica (FSLM) haya podido resistir durante más de treinta años las ofensivas militares de los sucesivos gobiernos hasta negociar un acuerdo de paz que implicó la concesión de un estatuto autónomo para Mindanao, la región de mayoría islámica.

La historia de Filipinas, tan atípica como su geografía, ayuda también a comprender su enorme diversidad cultural y su accidentado recorrido político. Su población originaria, estrechamente emparentada con China, recibió desde 1380 la presencia del Islam. En 1565 fue colonizada por España, que la hizo depender administrativamente del virreinato de México. En 1821, después de la independencia mexicana, pasó a ser gobernada directamente desde Madrid. En 1898, con la guerra entre Estados Unidos y España, se convirtió en territorio norteamericano, con un régimen de autonomía relativa. Ocupada por los japoneses en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, fue recuperada por las fuerzas aliadas en 1945 y obtuvo su independencia definitiva recién en 1946.

Un apellido con historia

Ferdinand Marcos, hijo de Mariano Marcos Rubio (un prestigioso abogado perteneciente a una familia tradicional con fuerte influencia política), comenzó su carrera como colaborador de su padre, combatió luego en las filas del Ejército contra la ocupación japonesa y en 1946 fue designado ayudante de Manuel Roxas, el primer presidente filipino y fundador del Partido Liberal. En 1954, se casó con Imelda Marcos, una joven modelo, integrante de otro prominente clan familiar, quien desempeñó un rol decisivo en una trayectoria ascendente que lo llevó a ganar las elecciones presidenciales en 1964. El primer mandato de Marcos se caracterizó por el establecimiento de una sólida alianza militar con Washington, una apertura económica que posibilitó un período de relativa prosperidad y una política de "mano dura" contra los guerrilleros comunistas del NEP y los insurgentes musulmanes del FSLM. Paralelamente, Imelda Marcos, apodada la "Mariposa de Hierro", se convirtió en una figura popular por su activo trabajo de acción social desde el Ministerio de Asentamientos Humanos. Sobre esas bases obtuvo su reelección en cuatro oportunidades consecutivas, mientras avanzaba en una estrategia de concentración de poder que generó una creciente oposición en las clases medias urbanas y algunos sectores empresarios que se vieron afectados en sus negocios por el avance del clan Marcos, que originó una infinidad de denuncias de corrupción contra la familia presidencial.

El punto de inflexión que precipitó su descenso fueron las acusaciones de fraude en las elecciones presidenciales de 1985, en las que Marcos derrotó a Corazón Aquino, viuda de Benigno Aquino, un dirigente opositor asesinado en 1983, que originaron una oleada de manifestaciones de protesta que acorralaron al gobierno. Presionado por el Ejército y aconsejado por la Casa Blanca, Marcos se vio obligado a renunciar y partir al exilio con su familia en tres helicópteros estadounidenses que lo trasladaron a Hawái, donde permaneció hasta su fallecimiento, mientras las nuevas autoridades empezaban un vendaval de procedimientos judiciales para recuperar los fondos públicos que, según sus adversarios, habrían sido sustraídos durante sus veinte años en el poder, una suma que de acuerdo con las estimaciones de Transparencia Internacional estaría entre 5.000 y 10.000 millones de dólares.

Del exilio al poder

En Hawái el matrimonio Marcos luchó por recuperar el control de sus cuentas bancarias en el exterior y re hacer su fortuna.

Tras la muerte de Ferdinand en 1989, la presidenta Corazón Aquino autorizó el regreso de la familia, encabezada ahora por Imelda, quien aún tendría que afrontar una multitud de juicios en su contra. La madre y sus dos hijos volvieron a la carga. Bongbong fue electo diputado en 1992, mientras Imelda perdía la elección presidencial. Imee Marcos, la hija mujer, fue electa gobernadora del estado de IIocos Norte y luego senadora. A partir de entonces el clan desarrolló un cambiante juego de alianzas con distintas facciones que tras múltiples avances y retrocesos culmina ahora con la aplastante victoria de Bongbong. 
Durante esos treinta años, Imelda y sus hijos destinaron cuantiosas inversiones publicitarias en una campaña sistemática orientada a reivindicar la memoria del fundador de la dinastía. Los viejos enemigos de Marcos empezaron a alarmarse por los resultados de esa prédica en la opinión pública, especialmente en las nuevas generaciones. Esa paulatina rehabilitación de la imagen de Marcos coincidió con el vertiginoso ascenso de Rodrigo Duterte, un “outsider” ajeno al sistema tradicional que llegó al gobierno tras ganar las elecciones de 2016 y se hizo famoso por su “guerra a muerte” contra el narcotráfico, que le motivó innumerables denuncias por violación de los derechos humanos. Duterte, un confeso admirador de Marcos, optó por no presentarse a la reelección y su hija Sara, gobernadora del estado de Davao, negoció con Bongbong y aceptó acompañarlo como candidata a la vicepresidencia, en un acuerdo que pavimentó a ambos el camino de la victoria.
Las condiciones en que asume Bongbong son muy distintas a las que enfrentó su progenitor. Filipinas es hoy un foco de la disputa entre Estados Unidos y China. Duterte, acorralado por las denuncias sobre violación de derechos humanos, ensayó una aproximación con Beijing. El presidente chino Xi Jinping se apresuró a llamar por teléfono a Bongbong para felicitarlo. No obstante, las Fuerzas Armadas, preocupadas por un histórico litigio de soberanía sobre el Mar de China Meridional, prefieren mantener la cercanía con Washington, cimentada durante la era Marcos. En ese delicado equilibrio tendrá que moverse el flamante mandatario, quien para aplacar las prevenciones de sus adversarios pidió que “no me juzguen por mis antepasados sino por mis actos”. El 30 de junio, día de la asunción de Bongong, Imelda, con sus 92 años, verá coronada su obra.

 * Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
 
 

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