Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
13°
27 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Estados Unidos, entre Soros y Kissinger

Martes, 14 de junio de 2022 01:36
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Tal vez para ratificar aquel antiguo aforismo de que "el Diablo sabe por Diablo pero más sabe por viejo", dos celebridades nonagenarias, Henry Kissinger, de 98 años, nacido en Alemania, y George Soros, de 91, oriundo de Hungría, ambos de origen judío y emigrados a Estados Unidos para huir del nazismo, son hoy los dos protagonistas emblemáticos de una discusión de fondo sobre la encrucijada estratégica que afronta Estados Unidos con motivo de la guerra en Ucrania.

La reciente reunión anual del Foro de Davos, que congrega a la elite empresarial y política mundial, fue el teatro de una confrontación dialéctica entre ambas personalidades, que expresan sendas posiciones antagónicas sobre el conflicto. Mientras Soros propugna la imperiosa necesidad de derrotar a Vladimir Putin, Kissinger advierte sobre los riesgos de profundizar la confrontación. La resolución de ese dilema polariza actualmente a la política estadounidense y tiene en vilo a la opinión pública internacional.

Soros señaló que "la invasión puede haber sido el comienzo de la Tercera Guerra Mundial y nuestra civilización puede no sobrevivir. Lo mejor, y quizás la única forma de salvar nuestra civilización, es derrotar a Putin lo antes posible". Puntualizó también que con Putin "un alto el fuego es inalcanzable porque es imposible confiar en él". Subrayó que "tenemos que movilizar todos nuestros esfuerzos para terminar con la guerra lo antes posible". Destacó que "hoy China y Rusia representan la mayor amenaza para una sociedad abierta".

Kissinger advirtió que "Rusia ha sido una parte esencial de Europa durante 400 años. La política en Europa durante ese período estuvo influenciada principalmente por su evaluación del papel de Rusia, a veces como observador pero en otros casos como garante o instrumento para preservar el equilibrio europeo. La política actual debe restaurar este papel para que Rusia no se vea obligada a una alianza permanente con China".

Para Kissinger, "la salida ideal sería la creación de Ucrania como Estado neutral". A tal efecto, Ucrania tendría que realizar concesiones territoriales. Esto implicaría el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea, anexada por Putin en 2014, y de la independencia de las dos repúblicas proclamadas aquel año por los separatistas prorrusos con el respaldo de Moscú. Como era previsible, semejante afirmación desató la indignada reacción del gobierno de Kiev.

El globalismo

Soros, uno de los financistas más conocidos del planeta, es una expresión paradigmática del "globalismo", esa receta de cuño internacionalista y cosmopolita que sacraliza la convergencia entre la democracia liberal y la economía de mercado como condición insustituible del progreso social. No es un teórico sino un hombre de acción que ya lleva donados más de 30.000 millones de dólares a la Open Society Foundations, una organización que constituye su brazo político para llevar adelante ese ideario a escala mundial.

En la década del 80, la prioridad de Soros fue la lucha contra el comunismo en su Hungría natal. Distribuyó fotocopiadoras como instrumento para combatir la censura gubernamental y financió a jóvenes intelectuales disidentes para que estudiaran en universidades occidentales. Esa activa militancia anticomunista se extendió rápidamente al resto de los países de Europa Oriental, en especial a Polonia, Checoslovaquia, Rumania y Albania.

La campaña de Soros incluyó el patrocinio del movimiento Solidaridad, encabezado en Polonia por Lech Walesa, y de "Carta 77", la corriente disidente encabezado por el escritor Václac Havel en Checoslovaquia. Tras el colapso del comunismo, ambos líderes presidieron sus respectivos países. Finalizada la guerra fría, Soros fundó la Universidad Centroeuropea, un cenáculo orientado a difundir el ideario liberal en las nuevas democracias de Europa Oriental.

En esa época, Soros contó en Estados Unidos con el beneplácito de demócratas y republicanos. Ese consenso se rompió en la década del 90, cuando el multimillonario empezó a financiar campañas por la despenalización del aborto y el consumo de marihuana. Pero pasó a ser el blanco predilecto de las invectivas republicanas en las elecciones de 2004, en las que aportó 24 millones de dólares a una campaña para impedir la reelección de George W. Bush, a quien condenaba por la intervención militar en Irak.

El punto de inflexión de la conversión de Soros en una raya divisoria en la política estadounidense fue el ascenso de Donald Trump. Soros percibió que Trump encarnaba la antítesis del globalismo. Por eso fue el mayor aportante de la campaña de Hilary Clinton y a pesar a la derrota electoral no se dio por vencido: en la reunión de Davos de 2018 escandalizó a su selecto auditorio al denunciar que "el presidente Donald Trump quiere establecer un estado mafioso pero no puede porque la Constitución, otras instituciones y la sociedad civil no lo permiten".

La carta rusa

Kissinger, uno de los máximos arquitectos de la política exterior estadounidense, es un cultor de la "realpolitik". En 1971, su visita a China para reunirse con Mao Zedong fue el preámbulo del viaje de Richard Nixon en 1972, que consolidó la fractura del bloque comunista.

Así se inició el deshielo de las relaciones entre Washington y Beijing, profundizado en 1979 por Deng Xiaoping con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los dos países, que supuso el reconocimiento del principio de “una sola China” y la clausura de la embajada norteamericana en Taiwán.

En aquella oportunidad, cuando conversó con Nixon sobre el sentido de ese viaje, Kissinger le advirtió que “los chinos son tan peligrosos como los rusos. Dentro de veinte años, tu sucesor, si es tan sabio como tú, se aliará con los rusos contra los chinos”. Tuvo que esperar 45 años, no veinte, para recordarle ese diálogo a Trump y recomendar el empleo de “la carta rusa” para contener la expansión china. No le resultó difícil convencerlo: el nuevo mandatario republicano había visto facilitado su acceso a la Casa Blanca por la colaboración de la FSB, la organización de inteligencia sucesora de la KGB soviética, que desarrolló una intensa campaña contra Hilary Clinton.

Estas dos visiones explicitadas por Soros y por Kissinger tienen hondas raíces históricas. El Partido Republicano ha sido tradicionalmente proclive a una “realpolitik” fundada en el “hardpower” (o poder duro), que privilegia la supremacía militar estadounidense y no presta demasiada atención a la naturaleza de los regímenes políticos de los países aliados. En cambio, el Partido Demócrata suele mantener un perfil más “idealista” y una estrategia centrada en el “softpower” (poder blando), que tiende a jerarquizar la reivindicación de los principios y valores de las democracias occidentales y en particular la defensa de los derechos humanos.

Biden, demócrata típico, lanzó la iniciativa de la “Alianza de las Democracias”, aplaudida por Soros, que supone el fortalecimiento de la OTAN y explica su posición en el conflicto de Ucrania. En respuesta, el Kremlin hizo realidad las preocupaciones de Kissinger y amenaza formar un eje geopolítico con China. Nada de esto es empero definitivo. Los demócratas serán posiblemente derrotados en las elecciones legislativas de noviembre y la ratificación de este rumbo estratégico de Estado Unidos quedará sujeta al resultado de la contienda presidencial de 2024, de la que Trump pretende volver a ser parte.


 

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD