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China, el gran socio de Perú

Miércoles, 15 de febrero de 2023 02:21
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El "Indice China 2022", un documentado estudio comparativo sobre 82 países elaborado por el Doublethink Lab, una organización no gubernamental presidida por Puma Shen, académico que es también vicepresidente de la Asociación de Derechos Humanos de Taiwán, afirma que Perú y Sudáfrica son los dos estados del hemisferio occidental que registran una mayor influencia económica y política del coloso asiático.

Ambos países empatan en el quinto lugar de una tabla de posiciones cuyos diez primeros puestos comparten con ocho países asiáticos y ningún otro de Occidente: Pakistán, Camboya, Singapur, Tailandia, Filipinas, Kirguistán, Tayikistán y Malasia. Esa ubicación implica que Perú tiene con China un vínculo más cercano que Venezuela, Nicaragua, Cuba o Bolivia, cuyos gobiernos tienen mayor proximidad política con el régimen de Beijing. En ese ranking, Venezuela ocupa el puesto 25 y Bolivia el 60.

Esta tendencia se intensificó con gobiernos de distinto signo y sobrevivió a sus recurrentes crisis políticas. El punto de inflexión ocurrió en 2010, durante la presidencia de Alan García, cuando Lima y Beijing suscribieron un tratado bilateral de libre comercio, que fue el segundo firmado por un país latinoamericano, después de Chile. En 2017, bajo el mandato de Martín Vizcarra, Perú ingresó al Banco Latinoamericano de Infraestructura, un instrumento financiero impulsado por Beijing para competir con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. El vínculo estructural se profundizó en 2019, durante el gobierno de Pablo Kuczynski, cuando Perú materializó su incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que constituye la principal vía de expansión global implementada por China.

Estos acuerdos exhiben visibles resultados prácticos. Desde 2011, China es el principal socio comercial de Perú. En 2021 el comercio bilateral ascendió a 37.000 millones de dólares, lo que significó un espectacular salto del 60% en relación al 2020. Después de Brasil, Perú es el país latinoamericano que recibe mayores inversiones chinas. Doscientas empresas chinas llevan radicados más de 30.000 millones de dólares en la economía peruana. En 2020, China Yangtze Power International pagó 3.700 millones de dólares por la compra de Luz del Sur, la mayor compañía distribuidora de energía eléctrica.

Esa presencia económica creciente se manifiesta en diferentes áreas, inclusive en algunas políticamente preocupantes para Estados Unidos, como en las comunicaciones con el desarrollo de la tecnología 5G, donde la compañía china Huawei lleva claramente la delantera sobre sus competidoras. Otro caso especial es el sector minero. El proyecto más ambicioso en ese rubro, fuertemente resistido por las organizaciones ambientalistas, es el complejo de Las Bambas, una mina de cobre a cielo abierto que, según sus promotores, podría aportar hasta el 1% del producto bruto interno peruano.

La compañía marítima china Cosco Shipping avanza en la construcción del megapuerto de Chancay, el mayor proyecto de infraestructura financiado por Beijing en América Latina, que estará en funcionamiento en 2024. Su realización demandó la demolición de un cerro y la excavación de un túnel de dos kilómetros de profundidad. El proyecto pretende complementarse con una línea ferroviaria que posibilitaría la conexión con Brasil.

Este monumental complejo portuario tiene significativas implicancias geopolíticas. Está planificado como un punto de ingreso para gigantescos buques de última generación que descargarían mercaderías que luego serían transportadas en navíos de menor calado, hacia los puertos de Chile, Ecuador y Colombia. De ese modo, Chancay buscará convertirse en el eje más importante para el intercambio entre Asia y América del Sur.

Historia y política

La economía no funciona como un objeto envasado al vacío. Lo más sugestivo del "Indice China 2022" es que en un puntaje de vulnerabilidad donde el máximo posible es 100 Perú tiene 62 puntos en términos de influencia política y cultural de la superpotencia asiática. Esa medición incluye la presencia de la agencia estatal Xinhua en los medios de comunicación, la asiduidad con que periodistas peruanos visitan China para recibir cursos de capacitación de entidades estatales, los acuerdos de cooperación entre las universidades peruanas y empresas chinas de primer nivel, entre ellas Huawei, Alibaba o Tencent, y la intensa actividad del Instituto Confucio, que promueve la lengua y la cultura del país oriental.

Esta influencia china tiene profundas raíces históricas. Desde la abolición de la esclavitud, decidida en 1854 por el presidente Ramón Castilla, Perú recibió una importante oleada de inmigrantes chinos, contratados en empleos de baja calificación para reemplazar a la mano de obra esclava en el desarrollo de grandes obras de infraestructura. Con el tiempo, ese alud inmigratorio se mezcló con la población aborigen y originó un inédito mestizaje étnico que se advierte en la adopción de algunas costumbres y en cierta tradición gastronómica.

Esa fusión étnica potenció la credibilidad de la tesis del navegante e historiador británico Gavin Menzies que en su libro "1421: el año en que China descubrió el mundo" narra las peripecias de una gigantesca flota china, encabezada por el almirante ZehjnZe, quien habría dado la vuelta al mundo y visitado las costas peruanas un siglo antes de la llegada de los conquistadores españoles comandados por Francisco Pizarro. Menzies intenta probar su teoría con testimonios de arqueólogos y botánicos que dicen haber encontrado vestigios de esa presencia.

Más allá de interpretaciones cargadas de intencionalidad política, lo cierto es que, a partir de la década del 90, con el gobierno de Alberto Fujimori, Perú protagonizó una vigorosa apertura internacional de su economía que derivó en la celebración de tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea y posteriormente en su protagonismo en la creación de la Alianza del Pacífico, en la que participan también Chile, Colombia y México.

La economía peruana registró desde entonces una continua afluencia de inversiones extranjeras. Las más importantes provinieron de Estados Unidos, a través de compañías como Cerro Verde y Southern Copper Corporation, que operan en la explotación del cobre y transformaron a Perú en el segundo exportador mundial, pero también de países como España, Gran Bretaña, Japón, Suiza y Corea del Sur.

Esa ola de inversiones se acentuó a partir del descubrimiento de uranio por la empresa canadiense Plateau Energy en 2017 y muy especialmente por el hallazgo de litio. El proyecto de Falchani, a cargo de la también canadiense American Lithium, es considerado el sexto yacimiento de su tipo en el mundo. China, que ingresó mucho más tarde en esa carrera, es ahora el segundo inversor extranjero, apenas detrás de Estados Unidos.

En la década del 70, durante la etapa de expansión del Movimiento de Países No Alineados, solía distinguirse entre el "tercerismo confrontativo", encarnado por la China de Mao Zedong, que buscaba ubicarse igualmente alejada de Estados Unidos y la Unión Soviética, y el "tercerismo cooperativo", representado por la Yugoeslavia presidida por el mariscal Tito, que pretendía situarse igualmente cerca de ambas superpotencias. En el mundo de hoy la mayoría de los países intentan seguir el camino de Tito. Más allá de las constantes turbulencias de su política doméstica, Perú es una nítida manifestación de esa postura. Su aproximación con China no impidió su incorporación a la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas anunciada por el presidente estadounidense Joe Biden, una iniciativa que incluye, entre otros países, a Canadá, México, Chile, Colombia, Costa Rica y Uruguay.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

 

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