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El 17 de octubre de 1945 no fue solo una movilización obrera: fue el día en que nació una identidad política que transformó para siempre la historia argentina. Aquella jornada en la que miles de trabajadores colmaron la Plaza de Mayo, en Buenos Aires, para exigir la liberación de Juan Domingo Perón marcó el inicio del vínculo emocional entre el líder y su pueblo, y también el punto de inflexión de una sociedad que empezaba a dividirse entre "ellos y nosotros".
El peronismo se consolidó como un movimiento de masas, nacionalista y popular, que mezcló justicia social, pero un sinfín de contradicciones. Desde sus orígenes convivieron en su interior tensiones ideológicas profundas: hubo un peronismo conservador y sindicalista, y otro revolucionario y combativo. Esa dualidad, que en los años 70 derivó en enfrentamientos internos sangrientos, es parte de su historia, y la de todos los argentinos
Evita fue, en ese relato, mucho más que la compañera del líder: fue un fenómeno político y cultural que trascendió las fronteras argentinas. Encarnó la épica de los descamisados y la sensibilidad social del movimiento. Su figura sintetizó el costado místico y popular del peronismo, mientras Perón construía la estructura política y sindical que lo sostuvo durante décadas.
Con el paso del tiempo, el movimiento atravesó etapas de poder y decadencia. El regreso de Perón en 1972, tras 17 años de exilio, fue más una evocación nostálgica que un proyecto de futuro. La sociedad lo recibió como a un mito viviente, con esperanzas desmesuradas de reconciliación nacional. Pero la realidad fue otra: el país estaba profundamente fragmentado, la violencia política había escalado y las diferencias internas del propio peronismo se hicieron irreconciliables.
Ese tercer mandato, breve y convulsionado, estuvo signado por la puja entre sectores sindicales, militares y juveniles, y terminó entre enfrentamientos armados, crisis económica y el colapso institucional que desembocó en el golpe militar de 1976, que clausuró de manera brutal una etapa de la historia argentina.
"Hay que ver al peronismo salteño, fragmentado, básicamente por coyunturas electorales"
Durante el menemismo, el peronismo intentó reconciliarse con la modernidad: apertura económica, privatizaciones y estabilidad. Pero ese mismo modelo que prometía progreso dejó a millones afuera del sistema. Con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, el discurso volvió a anclarse en la justicia social y la épica de los años de oro del peronismo, aunque adaptado a un nuevo relato que mezcló reivindicación histórica, asistencialismo y concentración de poder. La corrupción y el deterioro institucional empañaron cualquier intento de logro social.
Ochenta años después, el peronismo sigue siendo un espejo en el que se reflejan las contradicciones del país. Su bandera de justicia social conserva vigencia en una Argentina desigual, pero sus métodos y liderazgos están en crisis. Muchos de sus jóvenes dirigentes, más conscientes de la necesidad de renovación, ensayan una autocrítica sobre el mensaje real del movimiento en un tiempo en que los partidos políticos se vacían de contenido y representación.
"Las discusiones son válidas claro, pero requieren de miradas estratégicas y convicciones".
La pregunta que atraviesa este aniversario es si el peronismo será capaz de reinventarse con una trama que siempre tuvo profundas fricciones. No hay que ir tanto a la historia, solo alcanza con ver la situación del peronismo salteño, fragmentado, básicamente por coyunturas electorales. Las discusiones son válidas claro, pero requieren de miradas estratégicas y convicciones firmes.
¿Qué pasará con el peronismo? Podrá volver a ser un movimiento con una supuesta misión de transformación social con vocación de futuro o quedará atrapado en la liturgia del pasado. Porque las palabras "trabajo", "sindicato" y "descamisado" ya no alcanzan para definir a un país donde la mitad de los jóvenes está fuera del mercado laboral formal y donde las cúpulas sindicales, ancladas en privilegios, frenan la renovación que el propio espíritu del 17 de octubre alguna vez encarnó.