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Hay ministra, pero siguen las dudas

Lunes, 04 de julio de 2022 02:08

Luego de un fin de semana de sorpresas y expectativas, pasadas las 22, se supo que la nueva ministra es la economista camporista Silvina Aída Batakis. Su nombre no es exactamente tranquilizador. Fue funcionaria de Daniel Scioli durante su gris administración bonaerense, hasta anoche revistaba en el ministerio del Interior,designada por Eduardo de Pedro y hace pocos días difundió una fotografía en la que reclama la libertad de Milagro Sala.

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Luego de un fin de semana de sorpresas y expectativas, pasadas las 22, se supo que la nueva ministra es la economista camporista Silvina Aída Batakis. Su nombre no es exactamente tranquilizador. Fue funcionaria de Daniel Scioli durante su gris administración bonaerense, hasta anoche revistaba en el ministerio del Interior,designada por Eduardo de Pedro y hace pocos días difundió una fotografía en la que reclama la libertad de Milagro Sala.

Aunque solo se podrá evaluar cuando dé sus primeros pasos en la gestión, su carta de presentación no es estimulante: fue otra funcionaria impuesta por Cristina Kirchner y, por eso, sumado a sus propias definiciones, se supone que piensa resolver todos los problemas de la economía con un criterio estatista: frente a una inflación cercana a los tres dígitos, una producción estancada, un déficit fiscal que ya se acerca al 5%, una brecha fiscal que llega al 100% y un riesgo país que deja a nuestra economía en default, aplicar las recetas que proponen Axel Kicillof, Fernanda Vallejos, Roberto Feletti y, en general el "think tank" del Instituto Patria, cabe suponer que todos esos males se van a profundizar. Y hay razones para pensarlo.

Ayer, Alberto Fernández estuvo reunido en Olivos con Sergio Massa y un circulo de allegados cada vez más pequeño. Lo único que se sabe es que varios economistas rechazaron el cargo por una razón simple: nadie serio va a tomar el hierro candente en un país donde la visión económica está partida en dos entre el presidente elegido por la primera minoría y la presidenta de hecho, Cristina Kirchner, respaldada por una minoría más pequeña aún.

Queda la incógnita sobre cuál será el rol de Massa en la nueva etapa. Como el descalabro económico resulta de la pérdida de credibilidad política, un acuerdo entre el presidente, la vice y el titular de la Cámara baja permitiría desviar la atención de "la nueva estrella" y confiar en que se dejen llevar por la sensatez para tranquilizar la economía, lograr alguna reactivación en serio y planificar un aterrizaje moderado en las elecciones de 2023.

La encrucijada

Eso ahora no es más que una ilusión ingenua. Por lo pronto, la nueva ministra tendrá a su cargo la política energética que con sus tarifas y subsidios generados por el pensamiento mágico de la economía kirchnerista es responsable de gran parte del déficit fiscal y de la pérdida progresiva de la autonomía energética.

Y como las importaciones son la gran pesadilla, seguirán los cepos. Claro, el equilibrio fiscal es insostenible en una economía que importa bienes, como los combustibles, que podría producir en el país. Y lo hace en volúmenes tan grandes que no le alcanzan los beneficios que le brindan los ingresos de divisas por exportaciones de origen agropecuario ni las generosas remesas del denostado FMI. Por eso, se queda sin divisas imprescindibles para la importación de insumos industriales o de la producción en general. Y como no hay crédito externo ni interno, la economía se convierte en un nudo gordiano.

El triple acuerdo entre Fernández, Massa y Cristina sería difícil, porque entre ellos no existe ninguna empatía y sí una competencia muy dura por el poder. Si Silvina Batakis se maneja como lo hizo Kicillof entre 2011 y 2015, las cartas están echadas. Lo más probable es una derrota oficialista, y un campo mucho más minado que el que el que le dejaron a Mauricio Macri en 2015. Para los salteños no son buenas las noticias: los dos reclamos más fuertes de estos días, la normalización del suministro de gasoil y de la importación de insumos quedan en las mismas manos, de secretarios que se habían escapado del control de Martín Guzmán desde hace mucho.

Silvina Batakis nació en Tierra del Fuego, creció en Río Gallegos, vivió en Taco Pozo y en Rafaela, pero desde hace tiempo se radicó en La Plata. Son muchos los políticos que se encandilan con las luces del centro y con los votos del conurbano. Una tentación para quienes creen que la política puede manejar a la economía. Así le va a la Argentina.

 

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