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Juventud Antoniana no luce, no deslumbra con su fútbol y sus delanteros, aquellos que llegaron para vulnerar las defensas y cristalizar con goles sus intentos, siguen “cruzados” y cargando con una foja poco convincente en la red. Pero, como contrapartida del presente de sus atacantes, el equipo, en su sentido más integral, se encontró en los últimos partidos otra vez con esa efectividad que el hincha tanto le exige. No importa quienes conviertan, mientras Matías Fernández, Rubén Molina o Ezequiel Palacio se encarguen de subsanar el déficit de Rodrigo Sánchez o Hugo Prieto, los artilleros por ahora ausentes.
Por otra parte, el santo se siente respaldado con el guardavallas de turno. Nicolás Aguirre metió la que tenía en el clásico por la Copa Argentina contra Central Norte, mientras que Mariano Maino se encargó de mantener el arco en cero, y lo mismo ocurrió con Ezequiel Viola la semana pasada ante Tiro Federal y el domingo último con Gimnasia en el otro clásico. La defensa de a poco parece afianzarse, pese a las distracciones evidenciadas en la levantada del albo en el complemento. Pero el principal respaldo parece emerger de la efectividad plasmada en los últimos partidos: concretó dos situaciones ante los rosarinos y las tres claras que tuvo frente al albo, las cuales le sirvieron para ganar seis puntos vitales pese a que el funcionamiento aparece en cuentagotas. Por ahora, con poco, parece alcanzarle para prenderse en la lucha y ser el equipo salteño que “salve las papas”, aunque sin sobrarle demasiado, ante los pésimos presentes de Central Norte y Gimnasia y Tiro, penúltimo y último de la tabla, respectivamente.
Lo cierto es que el santo comenzó a recuperar la confianza, pero aún debe fortalecer más su juego.