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Beatriz está parada en la puerta de un rancho. Cinco niños la rodean y revolotean alrededor de ella levantando el polvo de la tierra. Son sus hijos. El techo de su casa pende de cuatro palos flacos que un pequeño viento podría derribar en cualquier momento. Es que a los 22 años y sumida en la indigencia es lo máximo que ella logró construir para sus hijos. La primera vez que parió fue a los 12 años. Sus vecinos no la ayudan porque así como ella, vive la mayoría. Y es cierto. Beatriz es víctima de la ausencia del Estado, al igual que el 90% de los habitantes del municipio de Colonia de Santa Rosa. Hundidos en la miseria y afectados por el desempleo, el 70% de los más de 15.000 habitantes accede a la Asignación Universal por Hijo, unas 500 familias al programa Pan Casero y 768 personas al plan Nutrivida. Solo 843 cuentan con la tarjeta social, según los datos que brindó el secretario de Acción Social de esa comuna, Jorge Perales.
“Colonia es tierra de nadie”, sostiene una vecina del asentamiento Palmeras. Su triste cara adelanta que sus dichos son irrefutables. Alrededor de una pequeña plaza que se erige como centro del municipio no hay más que asentamientos que la bordean. Sin agua potable ni gas, sobreviven como pueden. Comen con lo poco que les aportan los planes sociales. El desempleo en Colonia de Santa Rosa aumentó el último año y ya supera el 55%. Es un área donde el campo y la municipalidad (gasta $1.300.000 en sueldos) son los principales empleadores. La llegada de cultivos de caña de azúcar contribuyó a aumentar la desocupación dado que las máquinas cosechadoras reemplazan la mano de obra. Solo pobreza rodea a esta localidad que en décadas anteriores se erigió como una de las zonas agropecuarias más ambiciosas. Que el 15% de la población pague los impuestos, refleja que la falta de actividad no es un invento. Colonia en 2013 recibirá $700 por habitante en materia de Coparticipación Municipal y unos $76 por persona del Fondo de la Soja. Basta con recorrer los municipios de Pichanal, Embarcación, Hipólito Yrigoyen y sin ir más lejos la ciudad de Orán y Tartagal para observar los niveles de indigencia. “Trabajo genuino busca la gente. Pero el norte no existe. Ningún político sabe cómo vivimos. Nos visitan en campañas y no tienen la capacidad para generar trabajo”, explicó con enojo un docente de Colonia. Como esta localidad hay tantas otras que están próximas en las que la presencia del Estado se reduce al mínimo.
Con 40 grados, en los asentamientos de Pichanal no hay agua. A duras penas pueden sobrellevar las altas temperaturas. Tampoco hay cloacas suficientes. La pobreza es alta y se extiende a casi todo el pueblo. El desempleo supera el 60% y el campo es la única alternativa para comer. Una sola avenida cruza la “ciudad” y a los costados solo se pueden observar asentamientos. En total son cuatro las comunidades aborígenes que habitan aquel abandonado municipio, y cuatro los asentamientos más grandes: Salamanca, Villa Rallé, Francini, donde viven 400 familias y Mataderos, donde se asientan otras 100. “El 50% de los casi 30.000 habitantes cobra un plan social. Acá la pobreza es extrema”, explica el concejal José Miranda, que reniega de la falta de iniciativas.
La situación no mejora cuando uno se aproxima a Hipólito Yrigoyen. “El desempleo asciende al 40% acá y la pobreza está en el 60%”, repudió el responsable de la diócesis de Orán, el sacerdote Rubén Gutiérrez. La provincia destinará este año $9.258.189 a esa comuna, poco más de $800 por habitante. La proximidad geográfica de esos municipios está además relacionada con la situación socioeconómica que las golpea. Todas pertenecen al departamento de Orán. Con un déficit habitacional de 10.321 viviendas (Indec), Orán es uno de los departamentos más poblados y donde la pobreza y el desempleo se unen para evitar un crecimiento equilibrado. En la capital de ese distrito hay 17 asentamientos marcados por la misma realidad. En el asentamiento Libertad y alrededores, la situación es cruda: 200 familias tienen que juntar agua para beber y asearse, de una manguera sin presión. “A las 4 empezamos a hacer fila para llenar un balde”, comentó una madre de 7 hijos. Un anillo de asentamientos bordea a la ciudad más próspera en agricultura.
La falta de trabajo toca a la mayoría de los que viven en las villas, es la raíz de la mayoría de los problemas: inseguridad y drogadicción. “Solo se consigue empleo temporal. Changas”, cuenta Toledo, presidente del asentamiento Libertad. En esa ciudad la droga en la juventud genera preocupación. Golpea fuerte en los jóvenes. En la concejal Amelia Acosta apuntó que “la droga está matando en Orán. Es incontenible. Prometieron un centro de rehabilitación en 2010 y nada pasó”. En Orán y Tartagal, la falta de infraestructura es una debilidad: en la ciudad de San Ramón, al alto déficit habitacional se le suma la falta de cloacas: solo 19.382 viviendas cuentan con ese servicio sobre un total de 31.859. Casi 7.000 hogares tienen pozo ciego. Tartagal no está ajena a esa situación. “No es lo que era antes. Sin YPF quedó esa sensación de que nada genera tanto movimiento”, explica un vecino. “Hoy, conseguir trabajo es dificilísimo. Está bravo y los asentamientos lo reflejan”, añadió. Cierto es que nuevas villas se extienden a cuadras de la plaza. Para el intendente Sergio Leavy la problemática tiene raíz en que “mucha gente viene desde localidades vecinas. Es tanta la demanda que es difícil satisfacer a todos”. Si bien el movimiento económico en Tartagal no es bajo, tampoco recuperó la fuerza que tenía antes, cuando las regalías petrolíferas la convirtieron en un polo de desarrollo. No obstante, hoy la extracción gasífera aún sostiene a Tartagal, pero no como antes.
La droga hace estragos
Las denuncias más frecuentes que la gente realiza en los asentamientos están relacionadas con la droga. “Pero claro, es entendible en lo que caen. Quieren imaginarse otra realidad menos dura que la que tienen. Pasar el hambre y la angustia de estar en la nada explican todo”, contó María, mientras caminaba a su humilde casa en un asentamiento en Orán. Pero lo que María contó es lo que en las localidades vecinas también se repite. Es una preocupación que los mayores no ocultan, menos los jefes de barrios que son quienes intentan evitar que el consumo se acerque a los menores. En off, un policía de alto rango comentó a este medio que “no sabemos cómo contener a la juventud en el consumo de droga. Los fines de semana es cuando más se ve el alcoholismo y la droga. Sinceramente no sé de donde sacan dinero para comprar”.
“Comienzan a robarte todo. La Policía obviamente no sabe cómo actuar. O sabe pero no lo hace, por eso vivimos desprotegidos”, expresó Paola, que vive en Colonia de Santa Rosa. Para ella todo comenzó cuando se perdió la contención en la familia. “No hay tiempo para cuidar todo el día a los chicos. Hay que salir a buscar qué comer”, dijo. Y es que se trata de un círculo vicioso donde la pobreza lleva a la droga y ésta a la delincuencia. Solo políticas públicas serias podrán romperlo.
Un fondo lejos de ser histórico
La creación del Fondo de Reparación Histórica del Norte (FRHN), desde su comienzo (por $187 millones de dólares) trajo más dudas que expectativas. No solo por los problemas que hubo en torno al manejo de los fondos, sino porque la responsabilidad de administrarlos recayó sobre Rodolfo Urtubey, hermano del gobernador Juan Manuel. Ayer, Rodolfo renunció al cargo de director del FRHN para ser candidato a senador en las elecciones de octubre.
En el interior, los intendentes lo vieron el anuncio como la oportunidad para revertir la situación de desamparo que afecta a los municipios desde hace años. Y varios de estos no perdieron la ilusión porque la necesidad es tan grande que prefieren ejecuciones lentas que levantar la voz para reclamar. Ninguno lo hizo hasta el momento.
En Colonia de Santa Rosa, un pequeña subcomisaría arrancó su ejecución el 30 de julio de 2012 por un monto de $1.000.000. Aún no fue terminada pese a que tenía un plazo de 6 meses. Tampoco muestra signos de avances. Díaz, uno de los obreros que trabaja en esta explicó que “pocas obras de las prometidas para Colonia están en marcha. Y las que ya arrancaron están demoradas”.
Para Colonia, se prometieron 9 obras por $33.320.000, pero muy pocas son las que arrancaron. La ampliación y refacción del hospital ($2.000.000), la subcomisaría, y parte del edificio de la escuela secundaria 5032. Los retrasos en las obras se registran en los 3 departamentos de la Provincia en donde se enfocó el plan de obras públicas: Orán, General San Martín y Rivadavia. Para los tres distritos departamentales, un total de 175 obras componen la iniciativa que la Legislatura aprobó por la Ley 7.691.
El Tribuno realizó un extenso recorrido por las localidades del interior. Allí pudo constatar que la mayor demanda de la gente radica en empleo y seguridad. Trabajo genuino es lo que necesitan y piden en Colonia, Yrigoyen, Pichanal y Orán, entre otros.
Los cuestionamientos al Fondo de Reparación no solo recaen sobre la lentitud con la que se ejecutan las obras, sino en la necesidad de que se generen fuentes laborales genuinas.